/ lunes 23 de octubre de 2023

Día de Muertos

El Día de Muertos es, finalmente, una celebración de vida. Ello sucede sobre todo en las zonas indígenas de nuestro país, ahí donde las raíces de cada cultura aún están vigentes y se manifiestan con sacro simbolismo que encierra una enseñanza vital a través de la muerte misma.

Efectivamente, para la mayoría de nosotros, tanto en las culturas occidentales así como aquellas que se ubican en puntos geográficos distantes, nuestros muertos no han desparecido, sino que su espíritu se ha trasladado a otra dimensión existencial donde continuarán un proceso evolutivo cuyo misterio se encierra en la infinitud del Universo.

Los lazos terrenos se manifiestan a través de la fuerza mayor del Universo: el amor. En la Meseta Purépecha, la zona Lacustre y generalmente en todo Michoacán, las raíces de los pueblos originarios son evidentes en la celebración del Día de Muertos, una festividad pagano- religiosa, ya se incluyen ahí elementos de las tradiciones y religiones vigentes en nuestra patria desde antes de la llegada de los españoles, hasta nuestra actualidad.

En las zonas indígenas permanece con honda raigambre la memoria colectiva, donde se encuentran las vertientes singulares de una celebración que festeja la vida más allá de la muerte. Para nuestros antepasados la vida se medía por instantes de luz y todo lo existente era parte de una dinámica que giraba alrededor de un orden universal. De acuerdo a la filosofía de los pueblos americanos, la muerte no es más que una prolongación de la vida.

El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.

Es una festividad mexicana y centroamericana, se celebra también en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado esta festividad Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El Día de Muertos es un día festejado también en el Brasil, como Día de los Finados, aunque esta festividad no tiene las mismas raíces prehispánicas que la festividad mexicana.

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

De acuerdo a la filosofía de los pueblos americanos, la muerte no es más que una prolongación de la vida. Es un paso natural, la muerte es eternidad. En el pueblo michoacano, para sus habitantes, no hay separación de cuerpos y almas. En esta cultura la muerte se concebía no como una fuerza natural y salvaje- como en la occidental, sino como un elemento de la realidad social.

El universo de los purépechas estaba formado por tres partes: el cielo (auándaro)- la tierra (echerendo)- y el mundo de los muertos (cumiechúcuaro ó uarichao) respecto a las ofrendas, generalmente se preparan alimentos tradicionales para esperar a las “ánimas” o difuntos en sus hogares y/o en el panteón. En el caso de los niños muertos, se monta un altar en su casa, sobre todo el primer año de fallecido el infante, en el altar se colocan alimentos, dulces, frutas y juguetes.

Las flores de cempasúchil (zempoalxóchitl) son clásicas en esta fecha, tanto para adultos como para infantes. En la sierra y la meseta, aunque no se acostumbra velar en todas las casas, si se hacen los altares familiares, donde se coloca todo lo que gustaba a los ahora difuntos. Vale la pena consignar que en los altares en casa o panteón, se encuentran representados los clásicos elementos de la antigüedad, lo que muestra el amplio conocimiento de los purépechas que simbolizaban el todo en los arreglos de las tumbas.

Tenemos ahí la representación de la tierra mediante los frutos de la misma, del aire con los adornos de papel picado movidos por al viento, el agua con las bebidas colocadas en la tumba y el fuego por las velas y veladoras que iluminan el lugar. Es una tradición vigente que muestra una estampa viva de nuestras costumbres que también forjan identidad.


Presidente de la Crónica de Paracho 2020-2022, Trabajó como Secretario en Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria.

El Día de Muertos es, finalmente, una celebración de vida. Ello sucede sobre todo en las zonas indígenas de nuestro país, ahí donde las raíces de cada cultura aún están vigentes y se manifiestan con sacro simbolismo que encierra una enseñanza vital a través de la muerte misma.

Efectivamente, para la mayoría de nosotros, tanto en las culturas occidentales así como aquellas que se ubican en puntos geográficos distantes, nuestros muertos no han desparecido, sino que su espíritu se ha trasladado a otra dimensión existencial donde continuarán un proceso evolutivo cuyo misterio se encierra en la infinitud del Universo.

Los lazos terrenos se manifiestan a través de la fuerza mayor del Universo: el amor. En la Meseta Purépecha, la zona Lacustre y generalmente en todo Michoacán, las raíces de los pueblos originarios son evidentes en la celebración del Día de Muertos, una festividad pagano- religiosa, ya se incluyen ahí elementos de las tradiciones y religiones vigentes en nuestra patria desde antes de la llegada de los españoles, hasta nuestra actualidad.

En las zonas indígenas permanece con honda raigambre la memoria colectiva, donde se encuentran las vertientes singulares de una celebración que festeja la vida más allá de la muerte. Para nuestros antepasados la vida se medía por instantes de luz y todo lo existente era parte de una dinámica que giraba alrededor de un orden universal. De acuerdo a la filosofía de los pueblos americanos, la muerte no es más que una prolongación de la vida.

El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.

Es una festividad mexicana y centroamericana, se celebra también en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado esta festividad Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El Día de Muertos es un día festejado también en el Brasil, como Día de los Finados, aunque esta festividad no tiene las mismas raíces prehispánicas que la festividad mexicana.

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

De acuerdo a la filosofía de los pueblos americanos, la muerte no es más que una prolongación de la vida. Es un paso natural, la muerte es eternidad. En el pueblo michoacano, para sus habitantes, no hay separación de cuerpos y almas. En esta cultura la muerte se concebía no como una fuerza natural y salvaje- como en la occidental, sino como un elemento de la realidad social.

El universo de los purépechas estaba formado por tres partes: el cielo (auándaro)- la tierra (echerendo)- y el mundo de los muertos (cumiechúcuaro ó uarichao) respecto a las ofrendas, generalmente se preparan alimentos tradicionales para esperar a las “ánimas” o difuntos en sus hogares y/o en el panteón. En el caso de los niños muertos, se monta un altar en su casa, sobre todo el primer año de fallecido el infante, en el altar se colocan alimentos, dulces, frutas y juguetes.

Las flores de cempasúchil (zempoalxóchitl) son clásicas en esta fecha, tanto para adultos como para infantes. En la sierra y la meseta, aunque no se acostumbra velar en todas las casas, si se hacen los altares familiares, donde se coloca todo lo que gustaba a los ahora difuntos. Vale la pena consignar que en los altares en casa o panteón, se encuentran representados los clásicos elementos de la antigüedad, lo que muestra el amplio conocimiento de los purépechas que simbolizaban el todo en los arreglos de las tumbas.

Tenemos ahí la representación de la tierra mediante los frutos de la misma, del aire con los adornos de papel picado movidos por al viento, el agua con las bebidas colocadas en la tumba y el fuego por las velas y veladoras que iluminan el lugar. Es una tradición vigente que muestra una estampa viva de nuestras costumbres que también forjan identidad.


Presidente de la Crónica de Paracho 2020-2022, Trabajó como Secretario en Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria.

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