/ martes 15 de noviembre de 2022

INE y democracia

El domingo 13 del mes en curso se registraron diversas manifestaciones en diversos puntos del país, las marchas fueron a favor del Instituto Nacional Electoral, ello tras la iniciativa presidencial por reformar al citado órgano autónomo. Personajes opositores al actual gobierno federal estuvieron presentes y el orador del evento central fue José Woldenberg quien enfatizó: México no puede volver a una institución electoral alineada con el gobierno, incapaz de garantizar la necesaria imparcialidad en todo el proceso electoral.

La confrontación entre el presidente y Morena tiene un rato en diversos temas, en los últimos días se ha polarizado más en cuanto a la probable reforma al INE, hace falta discutir un tema como el citado que está en la agenda pública para poder perfilar acuerdos, no se trata de un dogma de fe inescrutable.

Recordemos que durante décadas nuestro país fue de un paradigma autoritario, hubo un partido hegemónico, precaria competencia electoral que se reflejaba enseguida, en la etapa de la posguerra pasado el año de 1945 el mundo asimilaba nuevos bloques, también asomaban los sistemas totalitarios y las democracias asomaban tímidamente por el orbe en muchos países, la Guerra Fría se manifestaba.

Si revisamos la historia de nuestro país durante el siglo XIX esta nos remite a la convulsión, la incertidumbre y la inestabilidad durante largos lapsos, guerras intestinas, gobiernos efímeros y frentes cruentos contra países invasores, tal fue el caso de Estados Unidos y Francia en diferentes momentos. Dos imperios efímeros, la república restaurada y después el porfiriato.

En el siglo XXI tenemos un estado que exhibe deficiencias, no es fallido aunque si refleja sus venas abiertas como producto del crimen organizado, la impunidad y otros males que parecen endémicos. Los números rojos en materia de seguridad saltan a la vista y ello hace aflorar la ingobernabilidad que genera, a su vez, incertidumbre para generar un ambiente de zozobra.

Hace 112 años irrumpía Francisco I. Madero quien se habría de constituir como el precursor de la democracia en el siglo XX en nuestro país, fue el presidente de la revolución, provocó la renuncia de Porfirio Díaz en la primera magistratura del país, aunque se estaba distante aún de una franca estabilidad porque el mandatario que arengó la bandera del sufragio efectivo, no reelección se mantuvo efímeramente en la cúpula del poder, pronto llegaría la funesta decena trágica.

De la etapa revolucionaria a la fecha han sucedido muchos trances, el Partido Nacional Revolucionario se fundó en 1929, es el antecesor del actual Partido Revolucionario Institucional que estuvo la mayor parte del siglo XX en el poder y regresó un sexenio con Enrique Peña Nieto ya en el XXI. La democracia en México registra diversos hechos hasta llegar a nuestra a actualidad en la que si algo se manifiesta de manera contundente es el pragmatismo.

En un sistema democrático los partidos políticos juegan un rol destacado, constituyen la vía pacífica para llegar al poder, tenemos un sistema plural y los actores tienen una definición ideológica, declaración de principios y demás elementos que les dotan de institucionalidad, aunque en la práctica observamos un comportamiento que toma distancia de sus respectivas doctrinas partidistas.

La geometría política parece ser un enorme lugar común, la izquierda y la derecha deambulan en la historia al asomarnos con la imaginación al parlamento de la Revolución Francesa y la confrontación entre girondinos y jacobinos, los primeros en la banca del lado derecho y los segundos en el izquierdo. La realidad parece indicarnos que llegó la noche para las ideologías porque en la práctica observamos que están en el crepúsculo, formaciones de la derecha van unidas con las de izquierda para asegurar la tenencia del poder.

Lo cierto es que la democracia a la mexicana ha logrado avances significativos como la alternancia pero aún no goza de la mejor salud, los partidos se han convertido en entes burocráticos, además desprovistos de ideología y proclives a los arreglos de coyuntura. Falta saber qué sucederá en el corto plazo con el Instituto Nacional Electoral, la discusión hace rato inició con la propuesta de reforma y el pleito inició dogma contra dogma, ausencia de grades acuerdos y con un disenso al parecer de largos alcances.

El domingo 13 del mes en curso se registraron diversas manifestaciones en diversos puntos del país, las marchas fueron a favor del Instituto Nacional Electoral, ello tras la iniciativa presidencial por reformar al citado órgano autónomo. Personajes opositores al actual gobierno federal estuvieron presentes y el orador del evento central fue José Woldenberg quien enfatizó: México no puede volver a una institución electoral alineada con el gobierno, incapaz de garantizar la necesaria imparcialidad en todo el proceso electoral.

La confrontación entre el presidente y Morena tiene un rato en diversos temas, en los últimos días se ha polarizado más en cuanto a la probable reforma al INE, hace falta discutir un tema como el citado que está en la agenda pública para poder perfilar acuerdos, no se trata de un dogma de fe inescrutable.

Recordemos que durante décadas nuestro país fue de un paradigma autoritario, hubo un partido hegemónico, precaria competencia electoral que se reflejaba enseguida, en la etapa de la posguerra pasado el año de 1945 el mundo asimilaba nuevos bloques, también asomaban los sistemas totalitarios y las democracias asomaban tímidamente por el orbe en muchos países, la Guerra Fría se manifestaba.

Si revisamos la historia de nuestro país durante el siglo XIX esta nos remite a la convulsión, la incertidumbre y la inestabilidad durante largos lapsos, guerras intestinas, gobiernos efímeros y frentes cruentos contra países invasores, tal fue el caso de Estados Unidos y Francia en diferentes momentos. Dos imperios efímeros, la república restaurada y después el porfiriato.

En el siglo XXI tenemos un estado que exhibe deficiencias, no es fallido aunque si refleja sus venas abiertas como producto del crimen organizado, la impunidad y otros males que parecen endémicos. Los números rojos en materia de seguridad saltan a la vista y ello hace aflorar la ingobernabilidad que genera, a su vez, incertidumbre para generar un ambiente de zozobra.

Hace 112 años irrumpía Francisco I. Madero quien se habría de constituir como el precursor de la democracia en el siglo XX en nuestro país, fue el presidente de la revolución, provocó la renuncia de Porfirio Díaz en la primera magistratura del país, aunque se estaba distante aún de una franca estabilidad porque el mandatario que arengó la bandera del sufragio efectivo, no reelección se mantuvo efímeramente en la cúpula del poder, pronto llegaría la funesta decena trágica.

De la etapa revolucionaria a la fecha han sucedido muchos trances, el Partido Nacional Revolucionario se fundó en 1929, es el antecesor del actual Partido Revolucionario Institucional que estuvo la mayor parte del siglo XX en el poder y regresó un sexenio con Enrique Peña Nieto ya en el XXI. La democracia en México registra diversos hechos hasta llegar a nuestra a actualidad en la que si algo se manifiesta de manera contundente es el pragmatismo.

En un sistema democrático los partidos políticos juegan un rol destacado, constituyen la vía pacífica para llegar al poder, tenemos un sistema plural y los actores tienen una definición ideológica, declaración de principios y demás elementos que les dotan de institucionalidad, aunque en la práctica observamos un comportamiento que toma distancia de sus respectivas doctrinas partidistas.

La geometría política parece ser un enorme lugar común, la izquierda y la derecha deambulan en la historia al asomarnos con la imaginación al parlamento de la Revolución Francesa y la confrontación entre girondinos y jacobinos, los primeros en la banca del lado derecho y los segundos en el izquierdo. La realidad parece indicarnos que llegó la noche para las ideologías porque en la práctica observamos que están en el crepúsculo, formaciones de la derecha van unidas con las de izquierda para asegurar la tenencia del poder.

Lo cierto es que la democracia a la mexicana ha logrado avances significativos como la alternancia pero aún no goza de la mejor salud, los partidos se han convertido en entes burocráticos, además desprovistos de ideología y proclives a los arreglos de coyuntura. Falta saber qué sucederá en el corto plazo con el Instituto Nacional Electoral, la discusión hace rato inició con la propuesta de reforma y el pleito inició dogma contra dogma, ausencia de grades acuerdos y con un disenso al parecer de largos alcances.

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