A medida que la inseguridad y la impunidad se reiteran es conveniente impulsar el arte y la cultura porque así lo demanda la situación actual, más allá de que los diferentes niveles de gobierno persigan delitos y a quienes los cometen como lo establece nuestra legislación vigente es necesario diseñar y operar nuevas políticas públicas que contribuyan a la pacificación.
Los últimos dos años han estado marcados por el ominoso signo de una pandemia planetaria que ha provocado daños que aún no terminan por contarse, pérdida de vidas, dramas derivados del padecimiento por Covid 19, desempleo y múltiples afectaciones emocionales y mentales. El futuro inmediato a veces parece lucir cuesta arriba, el pesimismo suele aflorar.
En las últimas semanas todo parece indicar que ha disminuido el nivel de contagio y fallecimientos en México por la pandemia, esa es una buena señal porque el año anterior, por ejemplo, la situación parecía apocalíptica y la incertidumbre se instalaba por doquier, es momento de cuidarse y no bajar la guardia aunque se registran menos casos de contagios aún no acaba el problema sanitario.
Es tiempo de impulsar la cultura y las artes, por ejemplo durante la pandemia se tuvo más acceso a la literatura porque fue una opción válida ante el caos derivado de la enfermedad, se retomó la lectura ya sea de manera tradicional o vía aplicaciones digitales.
En Europa y América se ha leído más, acaso por las circunstancias que nos han forzado a muchos a seguir en casa y dar un vistazo a la biblioteca, ha sido el momento de leer o releer diversos autores, de tal manera que podemos confrontar la soledad desde las letras. Un remanso.
En los últimos dos años muchas actividades académicas se centraron en video conferencias, plataformas y todo el arsenal de instrumentos de las tecnologías de la información y comunicación, pareciera que ya inició la migración a dicho paradigma pedagógico, seguramente se trata de una actividad permanente.
El arte y la cultura se han impulsado desde la soledad, exponentes de diversa índole comparten su quehacer para ocupar esos huecos que deja el confinamiento, con esa contribución se suman actos edificantes que no han pasado desapercibidos porque la sensibilidad es manifiesta.
La lectura, hoy día principalmente, se ha convertido en un estímulo ante una realidad pavorosa.
Tenemos muchos autores, aunque los lectores no son necesariamente una gran legión en nuestro país, la emergencia ha promovido, acaso por necesidad, el interés por los libros y ello significa un viento nuevo.
Los libros nos permiten la franca posibilidad de quitar los frenos a la imaginación, encender una luz para disipar la oscuridad de la soledad, combatir el aburrimiento y renovar la capacidad de asombro porque son diversos los temas e infinitas las historias que se tejen alrededor de la tinta y el papel.
Releer libros aporta magia y nos ayuda a ejercer un criterio hermenéutico para glosar e interpretar contenidos, este confinamiento nos ha brindado la opción siempre válida de regresar por el camino de las letras.