/ lunes 14 de noviembre de 2022

Seguridad sin pretextos

México, la paradoja de lo surrealista… la seguridad siendo inseguridad.

Reconocer que hoy en día el problema de la inseguridad en México está fuera de control, lo podemos reducir a una frase que escuche dentro de la nueva película de Alejandro González Iñárritu “Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades”:

México es un país muerto donde nunca morimos…

Vivimos en la actualidad en un país donde la narrativa que se genera desde Palacio Nacional, supera y maquilla lo que sucede diariamente en las calles. Un país donde actualmente hay 22,489 homicidios durante el año 2022, en cualquier otra latitud merecería revisar, replantear, corregir y ejecutar un cambio de estrategia de seguridad y confirmar que en efecto, la presencia de los cuerpos castrenses y de marina no han aportado soluciones en lo absoluto en el papel para el que se supone, “regularizaron” su estancia en las calles, sino que al contrario, salieron con un conflicto de intereses enormes porque su labor no ha sido defender el nuevo orden político mexicano, sino ejecutar labores financieras y de contratista de las obras de gobierno.

Tenemos que seguir aludiendo al pasado reciente, derivado que la propia argumentación de quienes ahora se encuentran gobernando este país, siempre fue un recelo manifiesto en contra de las fuerzas armadas: históricamente en México, el discurso de izquierda siempre ha sido una denostación hacia todo lo que genere orden y el tema de seguridad no ha sido la excepción.

Pero hoy en día como un cambio cómico mágico musical, este ha dado un viraje de 180 grados, se cambió totalmente el discurso de campaña antibelicismo por uno cargado de una extraña y artificial aprobación a las fuerzas armadas. Hoy se entiende que el combate a la violencia únicamente es cuestión de número de elementos conjuntos entre los tres brazos de las FFAA: Ejército, Marina, Fuerza Aérea y el cuarto surgido en este sexenio: la Guardia Nacional.

Dentro de estos “cambios constitucionales” que convenientemente aprobaron de manera rápida en diferentes congresos del país – Michoacán entre ellos –, se les aprueba a las Fuerzas Armadas seguir hasta el año 2028 en las esferas de seguridad pública, cuando su ámbito de actuación no ha generado ningún tipo de resultado positivo hasta el momento.

La seguridad de este país no se da con despliegues militares faraónicos, y esto es lo primero que los consejeros en seguridad deberían de estar mencionando a la Presidencia de la República. Se han hecho a un lado la Investigación, inteligencia y vinculación ciudadana que poco a poco estaba logrando la Policía Federal y las propias Policías Locales que habían ido modificando su esquema de trabajo con un viraje hacia estos elementos claves de la estrategia de seguridad.

Aún hay quien inocentemente, cree que las fuerzas del ejército pueden asimilar de manera inmediata las labores que toda policía – llámese estatal o municipal – realiza y no es así. La Guardia Nacional, cuerpo de “seguridad” creado exprofeso para sustituir a la Policía Federal, institución catalogada como corrupta por el actual mandatario, no ha reflejado un avance certero en las tareas para las cuales fue creada, tampoco tiene una mística de cuerpo de seguridad civil y mucho menos se refleja en los resultados que el propio Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública emite.

En el tema de seguridad, siempre hemos pugnado por una estrategia, operatividad sin bandera partidista o dogmática, lo que avala la estrategia de seguridad son los resultados y al parecer una de las tantas formas de ocultar el rotundo fracaso de las Fuerzas Armadas por parte del Gobierno Federal es seguir con la narrativa de a mayor estado de fuerza, mayor percepción de seguridad.

Si pensar en numeritos, sin interpretarlos, es seguir trabajando rupestremente… como en los años 70 que tanto se añoran ahora.

La moda retro no sólo nos invade en lo banal, también en políticas públicas se manifiesta y de la manera más .

Michoacán: el fondo del meollo…

Revisar el tema de nuestro estado, es volver al tema de la imitación de modelos fallidos. Ya lo hemos recalcado en este espacio: Michoacán si por algo se ha caracterizado, es por ser el laboratorio de políticas públicas fallidas a lo largo de los años en todos los niveles y la seguridad no es la excepción.

A lo largo de este año 2022, la presencia de la Guardia Nacional en este estado ha llevado un incremento notable, pasamos del mes de Diciembre de 2019 con 4362 elementos (sin que sepamos si fueron adiestrados en materia de proximidad y doctrina policial) a 6518 elementos para abril de 2022, que están dentro de la misma condicional porque la propia Guardia Nacional no ha querido proporcionar información al respecto.

Esto nos hace resaltar que Michoacán al ser un estado que antropológicamente y sociológicamente merece un tratamiento especial por todo el devenir histórico coyuntural de violencia y caos que se ha generado a lo largo de los años, sufre de un amontonamiento de elementos castrenses, sin que esto necesariamente signifique una baja en la incidencia delictiva en el estado.

Pensar Michoacán en materia de seguridad, no es sólo vivir el tema en carne propia, sino conocer el territorio, algo que eminentemente desde la propia federación no sucede y poder trasladar todo este bagaje de conocimientos y experiencias en políticas de seguridad efectivas y sensibles que tengan un reflejo casi inmediato en las cifras de este incendiado estado.

La Guardia Nacional no ha aportado para la pacificación del estado y esto lo podemos demostrar con base en los números y en la contundencia de sus “actuaciones”, pero también tenemos que evaluar las políticas estatales en la materia.

En materia de políticas públicas, también Michoacán es la hoguera de las falsas vanidades, porque todos creen tener la razón, pero a nadie lo avalan los resultados.

México, la paradoja de lo surrealista… la seguridad siendo inseguridad.

Reconocer que hoy en día el problema de la inseguridad en México está fuera de control, lo podemos reducir a una frase que escuche dentro de la nueva película de Alejandro González Iñárritu “Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades”:

México es un país muerto donde nunca morimos…

Vivimos en la actualidad en un país donde la narrativa que se genera desde Palacio Nacional, supera y maquilla lo que sucede diariamente en las calles. Un país donde actualmente hay 22,489 homicidios durante el año 2022, en cualquier otra latitud merecería revisar, replantear, corregir y ejecutar un cambio de estrategia de seguridad y confirmar que en efecto, la presencia de los cuerpos castrenses y de marina no han aportado soluciones en lo absoluto en el papel para el que se supone, “regularizaron” su estancia en las calles, sino que al contrario, salieron con un conflicto de intereses enormes porque su labor no ha sido defender el nuevo orden político mexicano, sino ejecutar labores financieras y de contratista de las obras de gobierno.

Tenemos que seguir aludiendo al pasado reciente, derivado que la propia argumentación de quienes ahora se encuentran gobernando este país, siempre fue un recelo manifiesto en contra de las fuerzas armadas: históricamente en México, el discurso de izquierda siempre ha sido una denostación hacia todo lo que genere orden y el tema de seguridad no ha sido la excepción.

Pero hoy en día como un cambio cómico mágico musical, este ha dado un viraje de 180 grados, se cambió totalmente el discurso de campaña antibelicismo por uno cargado de una extraña y artificial aprobación a las fuerzas armadas. Hoy se entiende que el combate a la violencia únicamente es cuestión de número de elementos conjuntos entre los tres brazos de las FFAA: Ejército, Marina, Fuerza Aérea y el cuarto surgido en este sexenio: la Guardia Nacional.

Dentro de estos “cambios constitucionales” que convenientemente aprobaron de manera rápida en diferentes congresos del país – Michoacán entre ellos –, se les aprueba a las Fuerzas Armadas seguir hasta el año 2028 en las esferas de seguridad pública, cuando su ámbito de actuación no ha generado ningún tipo de resultado positivo hasta el momento.

La seguridad de este país no se da con despliegues militares faraónicos, y esto es lo primero que los consejeros en seguridad deberían de estar mencionando a la Presidencia de la República. Se han hecho a un lado la Investigación, inteligencia y vinculación ciudadana que poco a poco estaba logrando la Policía Federal y las propias Policías Locales que habían ido modificando su esquema de trabajo con un viraje hacia estos elementos claves de la estrategia de seguridad.

Aún hay quien inocentemente, cree que las fuerzas del ejército pueden asimilar de manera inmediata las labores que toda policía – llámese estatal o municipal – realiza y no es así. La Guardia Nacional, cuerpo de “seguridad” creado exprofeso para sustituir a la Policía Federal, institución catalogada como corrupta por el actual mandatario, no ha reflejado un avance certero en las tareas para las cuales fue creada, tampoco tiene una mística de cuerpo de seguridad civil y mucho menos se refleja en los resultados que el propio Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública emite.

En el tema de seguridad, siempre hemos pugnado por una estrategia, operatividad sin bandera partidista o dogmática, lo que avala la estrategia de seguridad son los resultados y al parecer una de las tantas formas de ocultar el rotundo fracaso de las Fuerzas Armadas por parte del Gobierno Federal es seguir con la narrativa de a mayor estado de fuerza, mayor percepción de seguridad.

Si pensar en numeritos, sin interpretarlos, es seguir trabajando rupestremente… como en los años 70 que tanto se añoran ahora.

La moda retro no sólo nos invade en lo banal, también en políticas públicas se manifiesta y de la manera más .

Michoacán: el fondo del meollo…

Revisar el tema de nuestro estado, es volver al tema de la imitación de modelos fallidos. Ya lo hemos recalcado en este espacio: Michoacán si por algo se ha caracterizado, es por ser el laboratorio de políticas públicas fallidas a lo largo de los años en todos los niveles y la seguridad no es la excepción.

A lo largo de este año 2022, la presencia de la Guardia Nacional en este estado ha llevado un incremento notable, pasamos del mes de Diciembre de 2019 con 4362 elementos (sin que sepamos si fueron adiestrados en materia de proximidad y doctrina policial) a 6518 elementos para abril de 2022, que están dentro de la misma condicional porque la propia Guardia Nacional no ha querido proporcionar información al respecto.

Esto nos hace resaltar que Michoacán al ser un estado que antropológicamente y sociológicamente merece un tratamiento especial por todo el devenir histórico coyuntural de violencia y caos que se ha generado a lo largo de los años, sufre de un amontonamiento de elementos castrenses, sin que esto necesariamente signifique una baja en la incidencia delictiva en el estado.

Pensar Michoacán en materia de seguridad, no es sólo vivir el tema en carne propia, sino conocer el territorio, algo que eminentemente desde la propia federación no sucede y poder trasladar todo este bagaje de conocimientos y experiencias en políticas de seguridad efectivas y sensibles que tengan un reflejo casi inmediato en las cifras de este incendiado estado.

La Guardia Nacional no ha aportado para la pacificación del estado y esto lo podemos demostrar con base en los números y en la contundencia de sus “actuaciones”, pero también tenemos que evaluar las políticas estatales en la materia.

En materia de políticas públicas, también Michoacán es la hoguera de las falsas vanidades, porque todos creen tener la razón, pero a nadie lo avalan los resultados.