/ lunes 15 de febrero de 2021

Simulación, la verdadera epidemia.

Uno de los principales obstáculos que ha enfrentado la pandemia en Michoacán ha sido la politización de las decisiones tomadas por las autoridades de los tres órdenes de gobierno. La discrecionalidad y falta de argumentos ha ocasionado que múltiples sectores productivos se encuentren hoy en graves problemas financieros.

La decisión de “flexibilizar” las medidas anunciadas por el Gobierno del Estado para las “actividades no esenciales” –el cierre de los establecimientos a las 19:00 horas de lunes a sábado en Morelia y el domingo cierre total- ha causado indignación y molestia porque resultan inequitativas e injustas para algunos sectores económicos, sin mencionar que afectan la esencia misma de las medidas anunciadas.

La muestra más obvia de esta discrecionalidad ha sido la abierta desobediencia de los comerciantes de diversos tianguis callejeros que se instalaron los domingos pese a la prohibición, retando a las autoridades que solo atinaron a bajar la mirada y buscar acuerdos para evitar aplicar las sanciones que el propio gobernador Silvano Aureoles, había anunciado. Y esta ha sido la tónica de las medidas impuestas en Michoacán desde el inicio de la pandemia: la simulación.

Desde la emisión del primer decreto para prohibir las reuniones masivas en espacios públicos - recordar que durante ese lapso se registraron diversas marchas y manifestaciones públicas- hasta el anuncio de las nuevas medidas implementadas durante las primeras semanas del presente año, han resultado totalmente discrecionales tanto en su argumentación como en su aplicación.

El gobierno municipal de Morelia, encabezado en ese entonces por Raúl Morón, se negó sistemáticamente a sumarse a las recomendaciones emitidas por las autoridades estatales y prefirió, de forma irresponsable, dejar estas decisiones a la conciencia personal de los ciudadanos. Los morelianos pudieron disfrutar casi sin restricciones de las fiestas patrias y la Noche de Muertos, del Buen Fin y las celebraciones de fin de año hasta que el problema condujo a la capital michoacana a la saturación de hospitales.

Pero inmediatamente después de los primeros días del nuevo confinamiento parcial en el presente año se comenzaron a registrar las permisibilidades para los establecimientos “esenciales” que pueden mantenerse abiertos después de las 19:00 horas. Una cinta plástica y un letrero que dice “solo para llevar” hacen la única diferencia entre mantener reunidas a las personas dentro o fuera del establecimiento.

Y el ejemplo más claro de esta discrecionalidad fue precisamente la instalación de tianguis callejeros en abierta provocación a las autoridades, tanto estatales como municipales. La respuesta gubernamental fue timorata: permitirles instalarse pero “cumpliendo” con algunas medidas sanitarias como el uso de gel y un aforo limitado, tal como lo han propuesto infructuosamente el sector restaurantero.

Y es que obligadamente surgen las preguntas: ¿Por qué al sector restaurantero, que genera miles de empleos directos e indirectos, para impuestos y brinda un servicio “esencial” no se les ha permitido abrir los domingos como lo solicitaron? ¿Por qué a los mercados y tianguis de la ciudad se les permiten aglomeraciones sin contar con medidas mínimas sanitarias y se impide laborar a las escuelas? ¿Por qué a las 19:00 horas y no a las 18:00 o las 20:00 hrs?

Los representantes de los sectores productivos, especialmente de los que han resultado más afectados por las medidas impuestas, requieren una explicación de las autoridades estatales y municipales de por qué tanta flexibilidad para unos y tanta dureza para otros.

La respuesta estriba, quizá, en la desobediencia civil, pero no como lo proponía Henry David Thoreau contra leyes o políticas gubernamentales injustas, sino contra la discrecionalidad en su aplicación por parte del gobierno, contra la simulación, la mentira y las medidas arbitrarias que favorecen a unos y afectan a otros. La verdadera epidemia ha sido la simulación.

Uno de los principales obstáculos que ha enfrentado la pandemia en Michoacán ha sido la politización de las decisiones tomadas por las autoridades de los tres órdenes de gobierno. La discrecionalidad y falta de argumentos ha ocasionado que múltiples sectores productivos se encuentren hoy en graves problemas financieros.

La decisión de “flexibilizar” las medidas anunciadas por el Gobierno del Estado para las “actividades no esenciales” –el cierre de los establecimientos a las 19:00 horas de lunes a sábado en Morelia y el domingo cierre total- ha causado indignación y molestia porque resultan inequitativas e injustas para algunos sectores económicos, sin mencionar que afectan la esencia misma de las medidas anunciadas.

La muestra más obvia de esta discrecionalidad ha sido la abierta desobediencia de los comerciantes de diversos tianguis callejeros que se instalaron los domingos pese a la prohibición, retando a las autoridades que solo atinaron a bajar la mirada y buscar acuerdos para evitar aplicar las sanciones que el propio gobernador Silvano Aureoles, había anunciado. Y esta ha sido la tónica de las medidas impuestas en Michoacán desde el inicio de la pandemia: la simulación.

Desde la emisión del primer decreto para prohibir las reuniones masivas en espacios públicos - recordar que durante ese lapso se registraron diversas marchas y manifestaciones públicas- hasta el anuncio de las nuevas medidas implementadas durante las primeras semanas del presente año, han resultado totalmente discrecionales tanto en su argumentación como en su aplicación.

El gobierno municipal de Morelia, encabezado en ese entonces por Raúl Morón, se negó sistemáticamente a sumarse a las recomendaciones emitidas por las autoridades estatales y prefirió, de forma irresponsable, dejar estas decisiones a la conciencia personal de los ciudadanos. Los morelianos pudieron disfrutar casi sin restricciones de las fiestas patrias y la Noche de Muertos, del Buen Fin y las celebraciones de fin de año hasta que el problema condujo a la capital michoacana a la saturación de hospitales.

Pero inmediatamente después de los primeros días del nuevo confinamiento parcial en el presente año se comenzaron a registrar las permisibilidades para los establecimientos “esenciales” que pueden mantenerse abiertos después de las 19:00 horas. Una cinta plástica y un letrero que dice “solo para llevar” hacen la única diferencia entre mantener reunidas a las personas dentro o fuera del establecimiento.

Y el ejemplo más claro de esta discrecionalidad fue precisamente la instalación de tianguis callejeros en abierta provocación a las autoridades, tanto estatales como municipales. La respuesta gubernamental fue timorata: permitirles instalarse pero “cumpliendo” con algunas medidas sanitarias como el uso de gel y un aforo limitado, tal como lo han propuesto infructuosamente el sector restaurantero.

Y es que obligadamente surgen las preguntas: ¿Por qué al sector restaurantero, que genera miles de empleos directos e indirectos, para impuestos y brinda un servicio “esencial” no se les ha permitido abrir los domingos como lo solicitaron? ¿Por qué a los mercados y tianguis de la ciudad se les permiten aglomeraciones sin contar con medidas mínimas sanitarias y se impide laborar a las escuelas? ¿Por qué a las 19:00 horas y no a las 18:00 o las 20:00 hrs?

Los representantes de los sectores productivos, especialmente de los que han resultado más afectados por las medidas impuestas, requieren una explicación de las autoridades estatales y municipales de por qué tanta flexibilidad para unos y tanta dureza para otros.

La respuesta estriba, quizá, en la desobediencia civil, pero no como lo proponía Henry David Thoreau contra leyes o políticas gubernamentales injustas, sino contra la discrecionalidad en su aplicación por parte del gobierno, contra la simulación, la mentira y las medidas arbitrarias que favorecen a unos y afectan a otros. La verdadera epidemia ha sido la simulación.