/ viernes 19 de enero de 2024

Educar para una paz duradera

El miércoles 24 de enero se conmemora el Día Internacional de la Educación, fecha que la Organización de las Naciones Unidas a través de la UNESCO ha establecido como acción afirmativa de un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva en la que está imbricado el desarrollo sostenible, la evolución y la viabilidad de nuestra especie.

Su sexta edición se orienta por el lema "aprender para una paz duradera", sugiriendo la UNESCO en su Recomendación sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible que el aprendizaje para la paz debe ser transformador y contribuir a dotar a los alumnos de los conocimientos, valores, actitudes, competencias y comportamientos necesarios para convertirse en agentes de paz en sus comunidades.

Específicamente, se busca combatir el discurso de odio, particularmente para combatir el racismo y el antisemitismo. En nuestro país, el antisemitismo, salvo contadas excepciones, no figura en la agenda pública. Asimismo, el racismo, frecuentemente particularizado como la suma de actos que se realizan contra las personas afrodescendientes o de algún pueblo originario, difícilmente suele ser visibilizado o reconocido como tal. En cambio, la pigmentocracia, la entronización de personas por su color de piel, así como la discriminación a las personas procedentes de un origen rural, por su léxico, por su cultura o por estar en situación de pobreza urbana, a quienes llaman despectivamente “de tez humilde”, son constantes en la vida cotidiana en México y en Michoacán en particular.

Hay que ser cuidadosos y evitar tropicalizar irreflexivamente este día internacional, considerando que, con garantizar que no existan discursos raciales o antisemitas se está cumpliendo con el seguimiento a las recomendaciones de la ONU y de la UNESCO, sino que debemos reflexionar mucho más profundamente al respecto y darnos cuenta de que el discurso de odio es proteico, metamórfico y está presente en nuestra idiosincrasia; la violencia está en el tuétano de lo público en nuestro querido y doliente Michoacán. Nuestras condiciones específicas no deben amoldarse con calzador a formatos internacionales.

Romper con las barreras que impiden el acceso, la permanencia y la continuidad en el sistema educativo michoacano resulta clave. Atender el estado socioemocional que cada uno de los estudiantes guardan, como víctimas consuetudinarias de la violencia es imprescindible. Así también, brindar formación inicial y continua a los maestros para que puedan afrontar y canalizar debidamente las situaciones de esta índole para que los especialistas atiendan la situación, así como atención a sus personas en el rubro mencionado, brindándoles contención y canalización también a ellos ante las circunstancias que enfrentan cotidianamente.

Exijamos que haya sorpresas: debe lanzarse en el marco de la conmemoración una política pública en Michoacán que permita actuar en consecuencia al Día Internacional de la Educación debidamente, enmendado los pasos gubernamentales erráticos que han generado millones de víctimas del abuso, que significan el rezago educativo, el abandono escolar y el analfabetismo dentro y fuera de las aulas michoacanas, entre otros flagelos.

Debemos ser cuidadosos: vincular a los estudiantes desde ahora a convertirse en agentes de paz en un mundo violento, si bien resulta disruptivo y contra cíclico, también responsabiliza e involucra a las generaciones más jóvenes en corregir asimetrías que ellos no generaron, corresponsabilizándolos inopinadamente. ¿Qué nos asegura de que se les brindarán las condiciones necesarias para convertirse en agentes de paz y no terminará todo aquello en propaganda, que simplemente amplificará la disonancia cognitiva, la frustración y el caos colectivo?

Un millón y medio de personas en rezago educativo, casi un cuarto de millón en situación de analfabetismo, apenas 8.6 años de escolaridad promedio en la entidad, apenas uno de cada diez estudiantes en Michoacán pertenece a educación superior, más de trece mil maestros están fuera de sus escuelas de adscripción. ¿Estos son indicadores de paz duradera?

Sí, comprometámonos y actuemos, pero exijamos actuación al respecto a las autoridades responsables: los funcionarios del sector educativo como primeros respondientes de la educación para la paz, quienes deben de coordinar la acción transversal en torno al tema, así como demandar la intervención de los poderes de la unión; mientras que, como ciudadanos debemos evaluar las acciones gubernamentales realizadas hasta el momento y la capacidad de quienes aspiran a gobernarnos de construir educación para la paz, factor que debemos de tener en cuenta este próximo 2 de junio al momento de emitir nuestro sufragio. Merecemos un gobierno educador.

Sus comentarios son bienvenidos en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles

*Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C.

El miércoles 24 de enero se conmemora el Día Internacional de la Educación, fecha que la Organización de las Naciones Unidas a través de la UNESCO ha establecido como acción afirmativa de un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva en la que está imbricado el desarrollo sostenible, la evolución y la viabilidad de nuestra especie.

Su sexta edición se orienta por el lema "aprender para una paz duradera", sugiriendo la UNESCO en su Recomendación sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible que el aprendizaje para la paz debe ser transformador y contribuir a dotar a los alumnos de los conocimientos, valores, actitudes, competencias y comportamientos necesarios para convertirse en agentes de paz en sus comunidades.

Específicamente, se busca combatir el discurso de odio, particularmente para combatir el racismo y el antisemitismo. En nuestro país, el antisemitismo, salvo contadas excepciones, no figura en la agenda pública. Asimismo, el racismo, frecuentemente particularizado como la suma de actos que se realizan contra las personas afrodescendientes o de algún pueblo originario, difícilmente suele ser visibilizado o reconocido como tal. En cambio, la pigmentocracia, la entronización de personas por su color de piel, así como la discriminación a las personas procedentes de un origen rural, por su léxico, por su cultura o por estar en situación de pobreza urbana, a quienes llaman despectivamente “de tez humilde”, son constantes en la vida cotidiana en México y en Michoacán en particular.

Hay que ser cuidadosos y evitar tropicalizar irreflexivamente este día internacional, considerando que, con garantizar que no existan discursos raciales o antisemitas se está cumpliendo con el seguimiento a las recomendaciones de la ONU y de la UNESCO, sino que debemos reflexionar mucho más profundamente al respecto y darnos cuenta de que el discurso de odio es proteico, metamórfico y está presente en nuestra idiosincrasia; la violencia está en el tuétano de lo público en nuestro querido y doliente Michoacán. Nuestras condiciones específicas no deben amoldarse con calzador a formatos internacionales.

Romper con las barreras que impiden el acceso, la permanencia y la continuidad en el sistema educativo michoacano resulta clave. Atender el estado socioemocional que cada uno de los estudiantes guardan, como víctimas consuetudinarias de la violencia es imprescindible. Así también, brindar formación inicial y continua a los maestros para que puedan afrontar y canalizar debidamente las situaciones de esta índole para que los especialistas atiendan la situación, así como atención a sus personas en el rubro mencionado, brindándoles contención y canalización también a ellos ante las circunstancias que enfrentan cotidianamente.

Exijamos que haya sorpresas: debe lanzarse en el marco de la conmemoración una política pública en Michoacán que permita actuar en consecuencia al Día Internacional de la Educación debidamente, enmendado los pasos gubernamentales erráticos que han generado millones de víctimas del abuso, que significan el rezago educativo, el abandono escolar y el analfabetismo dentro y fuera de las aulas michoacanas, entre otros flagelos.

Debemos ser cuidadosos: vincular a los estudiantes desde ahora a convertirse en agentes de paz en un mundo violento, si bien resulta disruptivo y contra cíclico, también responsabiliza e involucra a las generaciones más jóvenes en corregir asimetrías que ellos no generaron, corresponsabilizándolos inopinadamente. ¿Qué nos asegura de que se les brindarán las condiciones necesarias para convertirse en agentes de paz y no terminará todo aquello en propaganda, que simplemente amplificará la disonancia cognitiva, la frustración y el caos colectivo?

Un millón y medio de personas en rezago educativo, casi un cuarto de millón en situación de analfabetismo, apenas 8.6 años de escolaridad promedio en la entidad, apenas uno de cada diez estudiantes en Michoacán pertenece a educación superior, más de trece mil maestros están fuera de sus escuelas de adscripción. ¿Estos son indicadores de paz duradera?

Sí, comprometámonos y actuemos, pero exijamos actuación al respecto a las autoridades responsables: los funcionarios del sector educativo como primeros respondientes de la educación para la paz, quienes deben de coordinar la acción transversal en torno al tema, así como demandar la intervención de los poderes de la unión; mientras que, como ciudadanos debemos evaluar las acciones gubernamentales realizadas hasta el momento y la capacidad de quienes aspiran a gobernarnos de construir educación para la paz, factor que debemos de tener en cuenta este próximo 2 de junio al momento de emitir nuestro sufragio. Merecemos un gobierno educador.

Sus comentarios son bienvenidos en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles

*Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C.

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