/ viernes 28 de enero de 2022

El mito de las mujeres multitasking (Parte 1)

Por Julieta Mendoza Guzmán

Parte 1

No hay mejor explicación de la expresión hacer el caldo gordo a alguien que el multitasking. Normalmente nos atribuyen a las mujeres este adjetivo como una cualidad perceptiva y conductual que, vista de fondo, obstaculiza un verdadero bienestar y encubre la reiteración de patrones patriarcales. A través de las múltiples tareas sociales y personales seguimos preservando roles de género que intentamos derrocar con el feminismo, tal como la exclusividad del cuidado doméstico. Por eso considero importante ponerlo bajo la luz de la reflexión.

Si atendemos a este ego plantado por el machismo sucumbiremos a la tentación de demostrarles a los varones —en su herencia de competitividad— que somos capaces de realizar las labores del ámbito público, como hacer doctorados y ser económicamente independientes, y también las del ámbito privado, como criar hijos y mantener el cuidado del hogar. ¿Podemos? Por supuesto. ¿Es lo que buscamos con la lucha feminista? Sí la libertad de elegirlo pero no como objetivo último. La doble jornada no era la meta, lo son la reivindicación de los derechos humanos y el establecimiento de derechos constitucionales de las mujeres, así como que los hombres participen del ámbito doméstico, milenariamente impuesto como rol de género a las mujeres.

La labor titánica de tareas múltiples en la que estamos metidas, bajo el orgullo del multitasking (nosotras podemos estar en varias cosas a la vez, decimos irguiendo el pecho), está resultando problemática, tanto desde un punto de vista social porque preserva el sistema patriarcal, como desde un punto de vista psicológico porque neurotiza nuestras vidas sin efectos contundentes en la valoración de los hombres hacia los cuidados domésticos. Seguimos siendo nosotras las protagonistas de la crianza y el bienestar en el hogar.

Ni la ley (hasta hace muy poco) ni los hombres han valorado o han entendido la importancia de que los cuidados del hogar empaten con la humana necesidad de las mujeres de formarse y ejercer profesionalmente. Las mujeres no nos hemos insertado en igualdad de condiciones en el ámbito público ni el cuidado en el ámbito privado está resguardado también por los varones. Lo cual complejiza el bienestar al que aspiramos las mujeres desde hace siglos, teniendo como síntoma significativo, la parte psicológica de la que hablaremos más adelante.

Desde el punto de vista social, la lucha feminista (llena de batallas ganadas y frustradas) se ha mezclado con voces de resentimiento, haciendo que la intolerancia y reactividad masculinas le sumen al machismo la misoginia. Los mensajes feministas han quedado escondidos tras una masa amorfa de malas interpretaciones, surgiendo paulatinamente fuertes resistencias al feminismo por parte de las mismas mujeres. Basta echar un vistazo en las redes al texto de una mujer anónima, titulado Monólogo de una mujer moderna, para apoyar el análisis.

Porque se trata justamente de analizar, sin meterle pasión y prejuicios, qué es lo que está pasando con la lucha feminista y de qué ajustes podemos hacer para reivindicarla, con dos objetivos. Uno, tener el pulso de cómo están pensando y se están sintiendo algunas mujeres ante el fenómeno multitasking. Dos, lejos de crear más divisiones y resentimientos, invitarnos, mujeres feministas, mujeres a secas y hombres aliados o no, a ordenar nuestros objetivos como humanidad para relacionarnos con apertura y no con reaccionaria resistencia ante una lucha que ha hecho mucho bien y que no termina de brillar ante las grandes inercias de un sistema patriarcal, que tienen voces tanto de hombres como de mujeres.

Por Julieta Mendoza Guzmán

Parte 1

No hay mejor explicación de la expresión hacer el caldo gordo a alguien que el multitasking. Normalmente nos atribuyen a las mujeres este adjetivo como una cualidad perceptiva y conductual que, vista de fondo, obstaculiza un verdadero bienestar y encubre la reiteración de patrones patriarcales. A través de las múltiples tareas sociales y personales seguimos preservando roles de género que intentamos derrocar con el feminismo, tal como la exclusividad del cuidado doméstico. Por eso considero importante ponerlo bajo la luz de la reflexión.

Si atendemos a este ego plantado por el machismo sucumbiremos a la tentación de demostrarles a los varones —en su herencia de competitividad— que somos capaces de realizar las labores del ámbito público, como hacer doctorados y ser económicamente independientes, y también las del ámbito privado, como criar hijos y mantener el cuidado del hogar. ¿Podemos? Por supuesto. ¿Es lo que buscamos con la lucha feminista? Sí la libertad de elegirlo pero no como objetivo último. La doble jornada no era la meta, lo son la reivindicación de los derechos humanos y el establecimiento de derechos constitucionales de las mujeres, así como que los hombres participen del ámbito doméstico, milenariamente impuesto como rol de género a las mujeres.

La labor titánica de tareas múltiples en la que estamos metidas, bajo el orgullo del multitasking (nosotras podemos estar en varias cosas a la vez, decimos irguiendo el pecho), está resultando problemática, tanto desde un punto de vista social porque preserva el sistema patriarcal, como desde un punto de vista psicológico porque neurotiza nuestras vidas sin efectos contundentes en la valoración de los hombres hacia los cuidados domésticos. Seguimos siendo nosotras las protagonistas de la crianza y el bienestar en el hogar.

Ni la ley (hasta hace muy poco) ni los hombres han valorado o han entendido la importancia de que los cuidados del hogar empaten con la humana necesidad de las mujeres de formarse y ejercer profesionalmente. Las mujeres no nos hemos insertado en igualdad de condiciones en el ámbito público ni el cuidado en el ámbito privado está resguardado también por los varones. Lo cual complejiza el bienestar al que aspiramos las mujeres desde hace siglos, teniendo como síntoma significativo, la parte psicológica de la que hablaremos más adelante.

Desde el punto de vista social, la lucha feminista (llena de batallas ganadas y frustradas) se ha mezclado con voces de resentimiento, haciendo que la intolerancia y reactividad masculinas le sumen al machismo la misoginia. Los mensajes feministas han quedado escondidos tras una masa amorfa de malas interpretaciones, surgiendo paulatinamente fuertes resistencias al feminismo por parte de las mismas mujeres. Basta echar un vistazo en las redes al texto de una mujer anónima, titulado Monólogo de una mujer moderna, para apoyar el análisis.

Porque se trata justamente de analizar, sin meterle pasión y prejuicios, qué es lo que está pasando con la lucha feminista y de qué ajustes podemos hacer para reivindicarla, con dos objetivos. Uno, tener el pulso de cómo están pensando y se están sintiendo algunas mujeres ante el fenómeno multitasking. Dos, lejos de crear más divisiones y resentimientos, invitarnos, mujeres feministas, mujeres a secas y hombres aliados o no, a ordenar nuestros objetivos como humanidad para relacionarnos con apertura y no con reaccionaria resistencia ante una lucha que ha hecho mucho bien y que no termina de brillar ante las grandes inercias de un sistema patriarcal, que tienen voces tanto de hombres como de mujeres.