/ viernes 4 de febrero de 2022

El mito de las mujeres multitasking (Parte 2)

Parte 2

Por Julieta Mendoza Guzmán

Como lo mencioné en la primera parte de esta columna la semana pasada, el difundido texto Monólogo de una mujer moderna está lleno de contradicciones, falacias y frustración. Palabras que aparentemente gritan por la reivindicación del trabajo doméstico, que nunca ha sido contrario a la lucha feminista. Palabras confusas donde el efecto psicológico multitasking o doble jornada ha sucumbido a la neurotización de esta mujer —a la que muchas voces se suman solidarias— dejando caer la infantil culpa a la lucha feminista.

Frases como: Me gustaría saber quién fue la bruja imbécil, la matriz de las feministas, que tuvo la grandiosa idea de reivindicar los derechos de la mujer (…) Estaba todo tan bien en el tiempo de nuestras abuelas (…) ¡Cuántas horas de paz! Frente a esta otra: No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba, pero con bubis y trasero durito y bien parado. Y después: ¿Por qué, díganme, por qué la liberación femenina? Y enseguida ésta: Nos volvimos “súper mujeres”, pero seguimos ganando menos que ellos y de todos modos ¡nos dan órdenes estos cabrones! Muestran una desorientación de identidad tremenda que nos ponen en la urgencia de repensar la cultura patriarcal actualizando la situación de las mujeres —tal como el multitasking— desde la luz feminista.

¡Cuánta confusión existe sobre esta lucha! Aún fuera y dentro de ella faltan nuevas semillas que sembrar para cosechar productos sociales que ya no tengan su raíz en los principios de la masculinidad machista. Es necesario cortar las raíces donde yacen actitudes que reproducen hombres, mujeres confundidas e, incluso, algunas organizaciones feministas: invalidación, agresividad pasiva, descalificación, negación, manipulación, violencia, intolerancia y exclusión. Son estas actitudes aprendidas desde el machismo las que presionan, invisibilizan y atropellan al Otro, no la lucha feminista.

El fenómeno de la doble jornada sigue siendo el síntoma de sociedades patriarcales que no dan su brazo a torcer ante la lucha feminista. En él se exhibe la conocida consigna feminista de que lo privado es público, así como lo social sucumbe a lo psicológico. El texto citado con voz de mujer refleja el incremento de desórdenes por ansiedad, depresión, agotamiento emocional, trastornos de alimentación, adicciones y ataques de pánico en la población mundial de mujeres, por razones sociales y culturales patriarcales en tres ámbitos principalmente:

1. Estatus desiguales: las mujeres tenemos mayores probabilidades de vivir en la pobreza que los hombres. El desempate entre las condiciones sociales y el apremio económico de las mujeres autónomas genera desequilibrios psicológicos y emocionales, que obnubilan la mente de algunas mujeres haciéndoles pensar que debemos retornar a los viejos roles y dejar que los varones resuelvan lo económico. Justo por la falta de consolidación del feminismo seguimos en este desfase.

2. Sobrecarga de trabajo: un efecto de la resistencia de varones ante el feminismo está siendo la ruptura de relaciones, lo cual ha incrementado la población de madres solas que llevan a cuestas responsabilidades domésticas y económicas, entrando a una situación de estrés que nos ha llevado a la neurotización del fenómeno multitasking.

3. El abuso emocional, económico y sexual sigue siendo una situación de riesgo en la aventura de las mujeres por abrirnos paso en el ámbito público.

Mujer anónima, no somos las feministas, es justamente la resistencia del machismo.

Mujeres, no cedan ante el sesgo de una estructura patriarcal que hace como que nos “da permiso” de ser profesionistas y sigue obstaculizando nuestra autonomía. El feminismo hace mucho por asegurar que algún día vivamos en libertad, autonomía y crecimiento profesional sin sortear antes cientos de obstáculos y echar de por medio nuestro balance psico-emocional. Deseo que cada vez seamos más mujeres las que elegimos la libertad y las responsabilidades que conlleva sin padecerlo, sin nadar contra corriente creyendo que la culpa es de las feministas; que cada vez sean menos las mujeres desesperadas en su soledad maternal o económica que piensen que vivir bajo el yugo económico de un hombre es bienestar.

También deseo que ellos se sumen a legitimar nuestra lucha, a entender que no es en su contra y que ellos pueden convertirse también en seres humanos más completos entrándole, no como ayudantes, como protagonistas al hogar y a la crianza; reconociendo a mujeres profesionistas capaces respetando su trabajo y su integridad física y humana. Y así, lograr por fin escucharnos, validarnos, revalorar el cuidado, armonizar nuestras polaridades y modelar lo deseado desde ahí, no desde lo mismo: la anulación del Otro.

Parte 2

Por Julieta Mendoza Guzmán

Como lo mencioné en la primera parte de esta columna la semana pasada, el difundido texto Monólogo de una mujer moderna está lleno de contradicciones, falacias y frustración. Palabras que aparentemente gritan por la reivindicación del trabajo doméstico, que nunca ha sido contrario a la lucha feminista. Palabras confusas donde el efecto psicológico multitasking o doble jornada ha sucumbido a la neurotización de esta mujer —a la que muchas voces se suman solidarias— dejando caer la infantil culpa a la lucha feminista.

Frases como: Me gustaría saber quién fue la bruja imbécil, la matriz de las feministas, que tuvo la grandiosa idea de reivindicar los derechos de la mujer (…) Estaba todo tan bien en el tiempo de nuestras abuelas (…) ¡Cuántas horas de paz! Frente a esta otra: No aguanto más ser obligada al ritual diario de estar flaca como una escoba, pero con bubis y trasero durito y bien parado. Y después: ¿Por qué, díganme, por qué la liberación femenina? Y enseguida ésta: Nos volvimos “súper mujeres”, pero seguimos ganando menos que ellos y de todos modos ¡nos dan órdenes estos cabrones! Muestran una desorientación de identidad tremenda que nos ponen en la urgencia de repensar la cultura patriarcal actualizando la situación de las mujeres —tal como el multitasking— desde la luz feminista.

¡Cuánta confusión existe sobre esta lucha! Aún fuera y dentro de ella faltan nuevas semillas que sembrar para cosechar productos sociales que ya no tengan su raíz en los principios de la masculinidad machista. Es necesario cortar las raíces donde yacen actitudes que reproducen hombres, mujeres confundidas e, incluso, algunas organizaciones feministas: invalidación, agresividad pasiva, descalificación, negación, manipulación, violencia, intolerancia y exclusión. Son estas actitudes aprendidas desde el machismo las que presionan, invisibilizan y atropellan al Otro, no la lucha feminista.

El fenómeno de la doble jornada sigue siendo el síntoma de sociedades patriarcales que no dan su brazo a torcer ante la lucha feminista. En él se exhibe la conocida consigna feminista de que lo privado es público, así como lo social sucumbe a lo psicológico. El texto citado con voz de mujer refleja el incremento de desórdenes por ansiedad, depresión, agotamiento emocional, trastornos de alimentación, adicciones y ataques de pánico en la población mundial de mujeres, por razones sociales y culturales patriarcales en tres ámbitos principalmente:

1. Estatus desiguales: las mujeres tenemos mayores probabilidades de vivir en la pobreza que los hombres. El desempate entre las condiciones sociales y el apremio económico de las mujeres autónomas genera desequilibrios psicológicos y emocionales, que obnubilan la mente de algunas mujeres haciéndoles pensar que debemos retornar a los viejos roles y dejar que los varones resuelvan lo económico. Justo por la falta de consolidación del feminismo seguimos en este desfase.

2. Sobrecarga de trabajo: un efecto de la resistencia de varones ante el feminismo está siendo la ruptura de relaciones, lo cual ha incrementado la población de madres solas que llevan a cuestas responsabilidades domésticas y económicas, entrando a una situación de estrés que nos ha llevado a la neurotización del fenómeno multitasking.

3. El abuso emocional, económico y sexual sigue siendo una situación de riesgo en la aventura de las mujeres por abrirnos paso en el ámbito público.

Mujer anónima, no somos las feministas, es justamente la resistencia del machismo.

Mujeres, no cedan ante el sesgo de una estructura patriarcal que hace como que nos “da permiso” de ser profesionistas y sigue obstaculizando nuestra autonomía. El feminismo hace mucho por asegurar que algún día vivamos en libertad, autonomía y crecimiento profesional sin sortear antes cientos de obstáculos y echar de por medio nuestro balance psico-emocional. Deseo que cada vez seamos más mujeres las que elegimos la libertad y las responsabilidades que conlleva sin padecerlo, sin nadar contra corriente creyendo que la culpa es de las feministas; que cada vez sean menos las mujeres desesperadas en su soledad maternal o económica que piensen que vivir bajo el yugo económico de un hombre es bienestar.

También deseo que ellos se sumen a legitimar nuestra lucha, a entender que no es en su contra y que ellos pueden convertirse también en seres humanos más completos entrándole, no como ayudantes, como protagonistas al hogar y a la crianza; reconociendo a mujeres profesionistas capaces respetando su trabajo y su integridad física y humana. Y así, lograr por fin escucharnos, validarnos, revalorar el cuidado, armonizar nuestras polaridades y modelar lo deseado desde ahí, no desde lo mismo: la anulación del Otro.