/ viernes 22 de diciembre de 2023

Proclama por el agua

Por lo menos desde comienzos del siglo XXI la sociedad michoacana ha sido testigo de la degradación permanente de la calidad ambiental de su entorno. Ha mirado con impotencia el achicamiento de sus bosques, la marcha imparable del cambio de uso de suelo y la apropiación ilegal de aguas.

A pesar de que en las leyes ambientales federales de principios de los años noventa se establecía con contundencia la prohibición para destruir bosques y selvas y se regulaba con celo la expansión de los sistemas productivos que los ponían en riesgo en la rutina diaria la vida caminó y sigue caminando en sentido contrario.

Progresivamente México ha firmado acuerdos internacionales para proteger los ecosistemas terrestres y marinos, en los últimos tiempos ha signado sendos acuerdos en el marco del TMEC y la COP 28 en los que explícitamente se prohíbe la tala ilegal, el cambio de uso de suelo y se asume el compromiso de reducir el consumo de combustibles fósiles y se destacan categorías económicas y ambientales como la sustentabilidad.

Sin embargo, en los hechos México continua sin freno su alocada carrera por acabarse sus bosques y todo ecosistema que represente una oportunidad para mercantilizar y acumular riquezas. Las leyes, los acuerdos y las declaraciones de los gobernantes en materia ambiental, han quedado reducidas a la esterilidad de las palabras.

La historia de la legislación ambiental y de las instituciones que ha generado en nuestra república es la historia del dejar hacer, dejar pasar, es la historia de la permisividad y la impunidad generalizada. Siendo este el resumen histórico de estas entidades la palabra fracaso es entonces la categoría con la que se reconoce la historia de la política ambiental en el último cuarto de siglo.

Los datos que refieren, por ejemplo, el estado de los bosques en Michoacán, la magnitud de la tala ilegal, la cantidad de hectáreas con cambio de uso de suelo y la cifra en decenas de miles de hoyas robadoras de agua, ilustran la magnitud de este fracaso.

Ni los efectos ya verificables y sufridos por la población, ocasionados por el Cambio Climático, ni la drástica reducción del acceso al agua de ciudades y pueblos, detonada por pelar los cerros y hacerles cambio de uso de suelo, han sido motivo para, al menos disminuir la velocidad destructiva o frenar la barbarie ecológica.

La voracidad con la que se destruye hoy es incluso mayor que la que se impulsaba durante la Revolución Industrial. El desarrollo tecnológico permite impactos brutales en la naturaleza que no se podían pensar ni realizar entonces. El mundo de la naturaleza se achica a velocidad delirante y no queremos entender que en ese achicamiento se nos está yendo la civilización y la vida de cada uno de nosotros.

Los ciudadanos hemos elegido gobernantes que tienen la responsabilidad, entre otras, de evitar la catástrofe ambiental ejecutando acciones de política para imponer orden y una ruta de sustentabilidad. Pero, los ciudadanos no podemos cruzarnos de brazos ante la omisión y tolerancia de los político gobernantes que colocan la agenda ambiental al final de sus prioridades.

Es en este horizonte que ambientalistas de Madero hemos tomado la decisión de realizar una campaña los próximos meses centrada en uno de los problemas que mayor preocupación genera entre los pueblos establecidos en las zonas boscosas y de cultivos aguacateros: el agua.

La Proclama “El agua es de todos y para todos” se nutre de una problemática común a decenas de pueblos a los que de facto les han cancelado el derecho humano al agua en aras de privilegiar los cultivos aguacateros. Una problemática que tiene componentes críticos, tales como el cambio de uso de suelo que es factor determinante para la reducción de zonas de infiltración y para el incremento de la temperatura, o como la construcción al margen de la ley de cientos o de miles de hoyas agrícolas que interceptan los escurrimientos que ancestralmente otorgaban vida a los pueblos bajos y a los ecosistemas por los que corrían.

La Proclama por el Agua pretende lograr la participación de todos los maderenses, hombres, mujeres y niños, en eventos informativos y en la firma de una Proclama con la que se exigirá a los gobiernos acciones legislativas y de política pública para que garanticen el derecho al agua de los pobladores proponiendo mecanismos de solución, se frene el cambio de uso de suelo, la tala ilegal y se regule y detenga la construcción ilegal de hoyas robadoras de agua.

Es una campaña ambiental desde la ciudadanía para presionar a los gobiernos a que coloquen en el centro la agenda de los problemas ambientales que están afectando a la población. En Madero, no obstante el clima de amenazas e inseguridad, las poblaciones y sus liderazgos han decidido salir adelante antes que huir de los retos.

“El agua es de todos y para todos”, es también una propuesta para los pueblos de Michoacán interesados en la vía cívica para impulsar la agenda ambiental.


Por lo menos desde comienzos del siglo XXI la sociedad michoacana ha sido testigo de la degradación permanente de la calidad ambiental de su entorno. Ha mirado con impotencia el achicamiento de sus bosques, la marcha imparable del cambio de uso de suelo y la apropiación ilegal de aguas.

A pesar de que en las leyes ambientales federales de principios de los años noventa se establecía con contundencia la prohibición para destruir bosques y selvas y se regulaba con celo la expansión de los sistemas productivos que los ponían en riesgo en la rutina diaria la vida caminó y sigue caminando en sentido contrario.

Progresivamente México ha firmado acuerdos internacionales para proteger los ecosistemas terrestres y marinos, en los últimos tiempos ha signado sendos acuerdos en el marco del TMEC y la COP 28 en los que explícitamente se prohíbe la tala ilegal, el cambio de uso de suelo y se asume el compromiso de reducir el consumo de combustibles fósiles y se destacan categorías económicas y ambientales como la sustentabilidad.

Sin embargo, en los hechos México continua sin freno su alocada carrera por acabarse sus bosques y todo ecosistema que represente una oportunidad para mercantilizar y acumular riquezas. Las leyes, los acuerdos y las declaraciones de los gobernantes en materia ambiental, han quedado reducidas a la esterilidad de las palabras.

La historia de la legislación ambiental y de las instituciones que ha generado en nuestra república es la historia del dejar hacer, dejar pasar, es la historia de la permisividad y la impunidad generalizada. Siendo este el resumen histórico de estas entidades la palabra fracaso es entonces la categoría con la que se reconoce la historia de la política ambiental en el último cuarto de siglo.

Los datos que refieren, por ejemplo, el estado de los bosques en Michoacán, la magnitud de la tala ilegal, la cantidad de hectáreas con cambio de uso de suelo y la cifra en decenas de miles de hoyas robadoras de agua, ilustran la magnitud de este fracaso.

Ni los efectos ya verificables y sufridos por la población, ocasionados por el Cambio Climático, ni la drástica reducción del acceso al agua de ciudades y pueblos, detonada por pelar los cerros y hacerles cambio de uso de suelo, han sido motivo para, al menos disminuir la velocidad destructiva o frenar la barbarie ecológica.

La voracidad con la que se destruye hoy es incluso mayor que la que se impulsaba durante la Revolución Industrial. El desarrollo tecnológico permite impactos brutales en la naturaleza que no se podían pensar ni realizar entonces. El mundo de la naturaleza se achica a velocidad delirante y no queremos entender que en ese achicamiento se nos está yendo la civilización y la vida de cada uno de nosotros.

Los ciudadanos hemos elegido gobernantes que tienen la responsabilidad, entre otras, de evitar la catástrofe ambiental ejecutando acciones de política para imponer orden y una ruta de sustentabilidad. Pero, los ciudadanos no podemos cruzarnos de brazos ante la omisión y tolerancia de los político gobernantes que colocan la agenda ambiental al final de sus prioridades.

Es en este horizonte que ambientalistas de Madero hemos tomado la decisión de realizar una campaña los próximos meses centrada en uno de los problemas que mayor preocupación genera entre los pueblos establecidos en las zonas boscosas y de cultivos aguacateros: el agua.

La Proclama “El agua es de todos y para todos” se nutre de una problemática común a decenas de pueblos a los que de facto les han cancelado el derecho humano al agua en aras de privilegiar los cultivos aguacateros. Una problemática que tiene componentes críticos, tales como el cambio de uso de suelo que es factor determinante para la reducción de zonas de infiltración y para el incremento de la temperatura, o como la construcción al margen de la ley de cientos o de miles de hoyas agrícolas que interceptan los escurrimientos que ancestralmente otorgaban vida a los pueblos bajos y a los ecosistemas por los que corrían.

La Proclama por el Agua pretende lograr la participación de todos los maderenses, hombres, mujeres y niños, en eventos informativos y en la firma de una Proclama con la que se exigirá a los gobiernos acciones legislativas y de política pública para que garanticen el derecho al agua de los pobladores proponiendo mecanismos de solución, se frene el cambio de uso de suelo, la tala ilegal y se regule y detenga la construcción ilegal de hoyas robadoras de agua.

Es una campaña ambiental desde la ciudadanía para presionar a los gobiernos a que coloquen en el centro la agenda de los problemas ambientales que están afectando a la población. En Madero, no obstante el clima de amenazas e inseguridad, las poblaciones y sus liderazgos han decidido salir adelante antes que huir de los retos.

“El agua es de todos y para todos”, es también una propuesta para los pueblos de Michoacán interesados en la vía cívica para impulsar la agenda ambiental.