/ lunes 27 de febrero de 2023

Arturo Estrada, el discípulo de Kahlo, Rivera y Orozco que invita a rescatar el muralismo mexicano [Video]

El artista michoacano de 97 años, discípulo de Frida Kahlo, Diego Rivera y José Clemente Orozco, platicó en exclusiva con El Sol de Morelia sobre la etapa del arte mexicano del que fue parte

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Pocas veces apoyado, impulsado y realmente resguardado, el arte mexicano ha marcado una huella importante en la historia de la humanidad, ejemplo de ello es el muralismo, el movimiento artístico más importante a nivel mundial que ha nacido en México.

Aunque sus inicios se remontan al año de 1910, el movimiento arrancó en los años veinte, consolidándose en las décadas siguientes para prolongarse hasta la segunda mitad del siglo XX.

Entre los exponentes más importantes se encuentran Diego Rivera y José Clemente Orozco, quienes tuvieron un discípulo michoacano: Arturo Estrada Hernández ‘El Güero’, quien además fue parte del selecto grupo de cuatro alumnos de Frida Kahlo conocidos como “Los Fridos”.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


A sus 97 años, el muralista nacido en Paníndícuaro nos recibió en la tranquilidad de este poblado michoacano donde se encuentra la casa que lo vio nacer, integrándose a la serie de entrevistas exclusivas con personajes de interés y repercusión social en distintos ámbitos que estaremos presentando en el marco de los 45 años de El Sol de Morelia, medio líder en la entidad.


El talento que lo llevó a ser un “Frido”

A solo una hora y media de distancia de la capital michoacana se encuentra Panindícuaro, un poblado que participó activamente en la Revolución Mexicana, y el padre del artista dejó huella en este movimiento social.

Con el aspecto de la mayoría de los Pueblos Mágicos michoacanos, esta localidad mantiene una tranquilidad que muchos buscan, alejarse del ruido, el ajetreo y el smog. En una calle angosta pero larga, se encuentra la casa de Arturo Ignacio Estrada Hernández, nombre completo del artista que nació un 30 de julio de 1925, y desde la fachada de este hogar pintado de blanco con guinda y techo de tejas marcado con el número 12, se resguarda parte de la historia cultural de la nación.

Sentado y aguardando pacientemente a los recuerdos, la plática y a sus familiares, el pasillo principal de este hogar desemboca en un patio lleno de plantas, flores y arte popular michoacano entre las que se encuentran figuras de Cristo y máscaras, y en una de las sillas se mantiene sentado ‘El güero’ que al recordar parte de su juventud ríe pero a la vez invita a los más jóvenes a conocer y recorrer el país, como él lo hizo junto a sus maestros Kahlo, Rivera y Orozco.

“Desde muy niño manifesté el deseo y el hábito de dibujar, y para no seguir rayando las paredes, mis papás Dámaso Estrada y María de la Luz Hernández, me daban papel para que ahí dibujara, y es que la pintura le gustaba a mi papá, pues él también lo sabía hacer”.

El tiempo en Panindícuaro fue poco, pues llegada su etapa estudiantil de secundaria, su familia se trasladó a la Ciudad de México donde buscó una escuela en la cual perfeccionar su talento.

 

 

“Yo era muy joven, entre los 14-15 años, siempre fui adepto a dibujar y mi papá me compraba los colores y papel. Siempre conté con el apoyo de mi familia, y de mis hermanos 10 hermanos , Isaac, Evangelina, María, Antonio, Celia y Graciela, quienes ya fallecieron, así como de los que siguen con vida Antonio, Javier y Graciela, todos tuvimos habilidades artísticas pero ellos tomaron carreras distintas”.

Ya en la capital del país y sabiendo que en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda daban clases Frida Kahlo y Diego Rivera, el camino fue claro para Arturo, quien supo, debía estar ahí.

“También estaba la escuela de San Carlos pero ya tenían pintores muy viejos, y en ese entonces los más famosos y notables eran Frida y Diego, la moda era La Esmeralda y ahí quise estar”.

Pero ¿cómo eran las clases con ellos?, “Era como en todas las escuelas de Artes Plásticas que conocí en Latinoamérica y Europa, llegábamos a copiar objetos y naturaleza muerta, luego pasamos al paisaje, esa era la técnica, imitar los colores”.

El apoyo que encontró en La Esmeralda fue fundamental en sus primeros años formándose como artista, pues recordó que el material e incluso el dinero, eran facilitados por los propios Kahlo y Rivera.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

“Además nos daban telas, todo era gratis, solo debíamos ser constantes, estar ahí desde las 8:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde en esas clases de dibujo”.

Aunque su separación de La Esmeralda se dio después de 15 años formándose en las aulas, Frida no lo soltó y lo llevaba a su casa para que junto a otros tres artistas, siguieran desarrollando sus habilidades, formándose de esta forma el club de “Los Fridos”, integrado por Arturo Estrada, Guillermo Monroy, Arturo García Bustos, y Fanny Rabel.

“Los maestros eran muy gentiles, a través de distintas cartas me recomendaban e incluso les ayudé con algunos de sus murales. Nos daban dinero para ir a Coyoacán a trabajar y vender nuestras obras, también íbamos al Pedregal. En aquel entonces Diego estaba comenzando con el Anahuacalli (museo ubicado en la colonia San Pablo de Tepetlapa en la alcaldía de Coyoacán)”.

Esos recuerdos con dos de los pilares culturales en la vida de México son bastos, y esforzándose para traer al presente esos instantes, Arturo también atesora cómo les daban una torta de jamón con frijoles mientras “Los Fridos” trabajaban sus dibujos.

Te puede interesar: Nueva Casa de la Cultura de Copándaro ofrece talleres gratuitos

“Yo no sé qué hayan visto en mí, jamás les pregunté, pero creo que desde que llegué con Guillermo Monroy y Arturo García Bustos, vieron que éramos entusiastas, pues mientras otros compañeros de La Esmeralda se iban llegando la hora, nosotros nos quedábamos más tiempo”.

Las tardes en la Casa Azul, eran un viaje a las entrañas del arte y a parte del ambiente folklórico y bohemio que se genera entre la intimidad cerrando las puertas.

“Era un jardín lleno de animales, había changos, perros mexicanos y alemanes, pericos uno de ellos era ‘Lorenzo’ y era muy hablador”, recuerda entre risas.


Los viajes con Frida, José Clemente y Diego

La cercanía con Frida Kahlo y Diego Rivera fue tal, que de los alumnos que tenían en La Esmeralda, seleccionaron solamente a cuatro para seguirlos formando e impulsando en el arte, siendo parte de ellos Arturo, a quien de cariño la pareja y la familia de ambos le llamaban ‘El güero’,

Foto: Cortesía | Arturo Estrada

“Con ellos tuve la oportunidad de conocer el país, Teotihuacán, Puebla, Veracruz, Acapulco, distintos lugares interesantes, incluso hasta la frontera, ellos nos pagaban todo”.

Ese recorrido por el país, enfatizó, se daba motivado por la propia Frida, “íbamos a conocer, a realizar apuntes, nos trasladábamos en una camioneta del maestro Diego, la cual era manejada por un chofer que le decían ‘El general’ porque había estado en la Revolución. Entre las personalidades y amigos de ellos que llegué a conocer estaba Marcel Duchamp (artista francés y quien ejerció una influencia en la evolución del dadaísmo), así como a León Trotski (político y revolucionario ruso de origen judío)”.

Aunque nunca visitaron Michoacán con Estrada, el muralista de Panindícuaro expresó, sus maestros sí sabían de la Noche de Muertos.

“Sabían que se hacía algo muy característico en Michoacán en esta fecha, pero no vinieron conmigo. Esta fiesta era muy notable porque eran motivos para pintar”.


Heredero del muralismo mexicano

Después de haber salido de La Esmeralda y mantenerse como pupilo de Frida, el camino de ‘El güero’ tenía que abrirse paso por sí solo, y así fue, y entre sus obras se encuentran diversos murales repartidos por distintas partes del país.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


“Todos necesitamos vivir de algo, por eso me dediqué a vender. El primer mural que hice fue en Coyoacán, en la Casa de la Mujer, así se llamaba ese lugar de reunión social y en él estaba plasmado lo que vivía México en ese tiempo”.

A lo anterior agregó: “Yo siempre quise hacer murales ¿quién los patrocinaba? El gobierno aunque no era tan fácil, Diego y Frida nos conseguían los espacios. Tengo siete murales, algunos de ellos están en CDMX (línea 3 del metro, Estadio Olímpico, SCT), Angangueo, Nuevo Laredo (localizado en la planta potabilizadora) todos hablan de la historia del pueblo, yo trabajaba con los historiadores, me platicaban y lo realizaba”.

Acompañado por su hermana y uno de sus sobrinos, Arturo también nos compartió la historia de un mural privado, el cual se encuentra dentro de su casa en Michoacán, y en el cual está plasmado su papá, y cómo apoyó a la Revolución en su pueblo.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

“Ahí está mi papá, su primo hermano y un amigo. Él platicaba cómo se fue formando este pueblo y su participación en este movimiento en Panindícuaro, también contaba cómo el papá de mi papá, Margarito Estrada, junto a Melquiades Ortiz y Maximiliano Báez, impulsaron el movimiento para las tierras de este ejido llamado ahora Panindícuaro. Este mural lo hice en los 70 's ".

José Clemente Orozco fue otro de los grandes referentes del muralismo, y de quien Arturo pudo aprender.

“Sí, con él me ponía a pintar lo que yo quería, me ponía a conocer la ciudad y le ayudé a realizar el mural que se localiza en la Escuela Normal de Maestros en CDMX, ahí la superficie tenía mucha textura e incrustamos una barras de aluminio”.

El proceso para comenzar a pintar un mural, integraba para Arturo un café con miel de abeja natural, mientras colocaba un radio cerca de él para escuchar música clásica.


Su legado cultural a Michoacán

En 1985 fue el último año en el que tuvo a sus discípulos, “ese año me jubilé, ellos eran de todas partes del país como de San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, me mantuve divulgando las artes plásticas por distintas partes, siguiendo así el camino de Frida y Diego”.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

Esas clases eran realizadas en la CDMX, y al haber tenido una buena escuela, deseó preservarla con las nuevas generaciones de artistas.

“Cuando uno llega a aprender pintura es porque ya se tiene un impulso, yo no los impulsé, al igual que a mí, si ya estábamos ahí lo que correspondía era ponernos a pintar e ir tomando nuestro propio estilo”, explicó Estrada Hernández.


Desea regresar a descansar a Panindícuaro junto a sus padres

Aunque actualmente vive junto a su familia en la CDMX, busca regresar cada vez que puede a Panindícuaro, donde dijo, desea descansar finalmente.

“Yo vengo de un lugar donde había artistas, existía una gran imaginación, así es Panindícuaro. Aquí vengo y hago lo que puedo, conozco el rumbo. Es mi casa de descanso, vengo de vacaciones, me pongo a dibujar, poco pero lo hago. Dibujo de todo, siempre le pongo mucho color”.

En 2019 fue la última vez que estuvo en Morelia para exponer en el Centro Cultural Clavijero, “Pero lo cierto es que quien dirige la cultura en Michoacán no le interesa el tema, no le interesa seguir fomentando el arte, como la Escuela de Artes Plásticas que impulsamos Pérez Coronado, Zalce, Monroy y yo en los 70’s”.

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Finalmente y a sabiendas que él es una institución viviente de la vida cultural en México, y que orgullosamente es michoacano, aunque no vive del recuerdo ni por haber sido parte de “Los Fridos”, sí tiene conciencia entre sus múltiples recuerdos que en ocasiones llegan a mezclarse y a moverlo de fechas y circunstancias, sabe que lo que logró vivir, pocas personas lo pudieron presenciar y ser parte importante de la historia.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


“No a cualquiera le toca tener los maestros que yo tuve, soy parte de una época muy especial“, concluyó el maestro mientras observaba una de las fotografías que tiene con Frida Kahlo en Panindícuaro, aprovechando para invitar a las nuevas generaciones de jóvenes muralistas, a que se adentren al muralismo, “ahora pintan lo que quieren, ya no plasman la vida de México, deben de hacer más ruido porque este movimiento ha permanecido ya con mucho tiempo en silencio”.


La noticia de la muerte de Frida y Diego

Tras los problemas de salud de Frida Kahlo, en la despedida que se le realizó en Bellas Artes, Arturo se mantuvo toda la noche en el lugar, logrando dibujar a la artista rodeada de flores. Al ver la belleza de la obra, recordó ‘El Frido’, Diego Rivera le pidió lo mismo, y así fue, y el michoacano logró plasmar en vida y en muerte a dos de los pilares fundamentales del arte mexicano.


Información destacada

*97 años de edad.

*7 murales distribuidos en México.

*14-15 años comenzó a ser el pupilo de los artistas.

*4 artistas formaron el grupo de ‘Los Fridos’.

Morelia, Michoacán (OEM-Infomex).- Pocas veces apoyado, impulsado y realmente resguardado, el arte mexicano ha marcado una huella importante en la historia de la humanidad, ejemplo de ello es el muralismo, el movimiento artístico más importante a nivel mundial que ha nacido en México.

Aunque sus inicios se remontan al año de 1910, el movimiento arrancó en los años veinte, consolidándose en las décadas siguientes para prolongarse hasta la segunda mitad del siglo XX.

Entre los exponentes más importantes se encuentran Diego Rivera y José Clemente Orozco, quienes tuvieron un discípulo michoacano: Arturo Estrada Hernández ‘El Güero’, quien además fue parte del selecto grupo de cuatro alumnos de Frida Kahlo conocidos como “Los Fridos”.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


A sus 97 años, el muralista nacido en Paníndícuaro nos recibió en la tranquilidad de este poblado michoacano donde se encuentra la casa que lo vio nacer, integrándose a la serie de entrevistas exclusivas con personajes de interés y repercusión social en distintos ámbitos que estaremos presentando en el marco de los 45 años de El Sol de Morelia, medio líder en la entidad.


El talento que lo llevó a ser un “Frido”

A solo una hora y media de distancia de la capital michoacana se encuentra Panindícuaro, un poblado que participó activamente en la Revolución Mexicana, y el padre del artista dejó huella en este movimiento social.

Con el aspecto de la mayoría de los Pueblos Mágicos michoacanos, esta localidad mantiene una tranquilidad que muchos buscan, alejarse del ruido, el ajetreo y el smog. En una calle angosta pero larga, se encuentra la casa de Arturo Ignacio Estrada Hernández, nombre completo del artista que nació un 30 de julio de 1925, y desde la fachada de este hogar pintado de blanco con guinda y techo de tejas marcado con el número 12, se resguarda parte de la historia cultural de la nación.

Sentado y aguardando pacientemente a los recuerdos, la plática y a sus familiares, el pasillo principal de este hogar desemboca en un patio lleno de plantas, flores y arte popular michoacano entre las que se encuentran figuras de Cristo y máscaras, y en una de las sillas se mantiene sentado ‘El güero’ que al recordar parte de su juventud ríe pero a la vez invita a los más jóvenes a conocer y recorrer el país, como él lo hizo junto a sus maestros Kahlo, Rivera y Orozco.

“Desde muy niño manifesté el deseo y el hábito de dibujar, y para no seguir rayando las paredes, mis papás Dámaso Estrada y María de la Luz Hernández, me daban papel para que ahí dibujara, y es que la pintura le gustaba a mi papá, pues él también lo sabía hacer”.

El tiempo en Panindícuaro fue poco, pues llegada su etapa estudiantil de secundaria, su familia se trasladó a la Ciudad de México donde buscó una escuela en la cual perfeccionar su talento.

 

 

“Yo era muy joven, entre los 14-15 años, siempre fui adepto a dibujar y mi papá me compraba los colores y papel. Siempre conté con el apoyo de mi familia, y de mis hermanos 10 hermanos , Isaac, Evangelina, María, Antonio, Celia y Graciela, quienes ya fallecieron, así como de los que siguen con vida Antonio, Javier y Graciela, todos tuvimos habilidades artísticas pero ellos tomaron carreras distintas”.

Ya en la capital del país y sabiendo que en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda daban clases Frida Kahlo y Diego Rivera, el camino fue claro para Arturo, quien supo, debía estar ahí.

“También estaba la escuela de San Carlos pero ya tenían pintores muy viejos, y en ese entonces los más famosos y notables eran Frida y Diego, la moda era La Esmeralda y ahí quise estar”.

Pero ¿cómo eran las clases con ellos?, “Era como en todas las escuelas de Artes Plásticas que conocí en Latinoamérica y Europa, llegábamos a copiar objetos y naturaleza muerta, luego pasamos al paisaje, esa era la técnica, imitar los colores”.

El apoyo que encontró en La Esmeralda fue fundamental en sus primeros años formándose como artista, pues recordó que el material e incluso el dinero, eran facilitados por los propios Kahlo y Rivera.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

“Además nos daban telas, todo era gratis, solo debíamos ser constantes, estar ahí desde las 8:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde en esas clases de dibujo”.

Aunque su separación de La Esmeralda se dio después de 15 años formándose en las aulas, Frida no lo soltó y lo llevaba a su casa para que junto a otros tres artistas, siguieran desarrollando sus habilidades, formándose de esta forma el club de “Los Fridos”, integrado por Arturo Estrada, Guillermo Monroy, Arturo García Bustos, y Fanny Rabel.

“Los maestros eran muy gentiles, a través de distintas cartas me recomendaban e incluso les ayudé con algunos de sus murales. Nos daban dinero para ir a Coyoacán a trabajar y vender nuestras obras, también íbamos al Pedregal. En aquel entonces Diego estaba comenzando con el Anahuacalli (museo ubicado en la colonia San Pablo de Tepetlapa en la alcaldía de Coyoacán)”.

Esos recuerdos con dos de los pilares culturales en la vida de México son bastos, y esforzándose para traer al presente esos instantes, Arturo también atesora cómo les daban una torta de jamón con frijoles mientras “Los Fridos” trabajaban sus dibujos.

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“Yo no sé qué hayan visto en mí, jamás les pregunté, pero creo que desde que llegué con Guillermo Monroy y Arturo García Bustos, vieron que éramos entusiastas, pues mientras otros compañeros de La Esmeralda se iban llegando la hora, nosotros nos quedábamos más tiempo”.

Las tardes en la Casa Azul, eran un viaje a las entrañas del arte y a parte del ambiente folklórico y bohemio que se genera entre la intimidad cerrando las puertas.

“Era un jardín lleno de animales, había changos, perros mexicanos y alemanes, pericos uno de ellos era ‘Lorenzo’ y era muy hablador”, recuerda entre risas.


Los viajes con Frida, José Clemente y Diego

La cercanía con Frida Kahlo y Diego Rivera fue tal, que de los alumnos que tenían en La Esmeralda, seleccionaron solamente a cuatro para seguirlos formando e impulsando en el arte, siendo parte de ellos Arturo, a quien de cariño la pareja y la familia de ambos le llamaban ‘El güero’,

Foto: Cortesía | Arturo Estrada

“Con ellos tuve la oportunidad de conocer el país, Teotihuacán, Puebla, Veracruz, Acapulco, distintos lugares interesantes, incluso hasta la frontera, ellos nos pagaban todo”.

Ese recorrido por el país, enfatizó, se daba motivado por la propia Frida, “íbamos a conocer, a realizar apuntes, nos trasladábamos en una camioneta del maestro Diego, la cual era manejada por un chofer que le decían ‘El general’ porque había estado en la Revolución. Entre las personalidades y amigos de ellos que llegué a conocer estaba Marcel Duchamp (artista francés y quien ejerció una influencia en la evolución del dadaísmo), así como a León Trotski (político y revolucionario ruso de origen judío)”.

Aunque nunca visitaron Michoacán con Estrada, el muralista de Panindícuaro expresó, sus maestros sí sabían de la Noche de Muertos.

“Sabían que se hacía algo muy característico en Michoacán en esta fecha, pero no vinieron conmigo. Esta fiesta era muy notable porque eran motivos para pintar”.


Heredero del muralismo mexicano

Después de haber salido de La Esmeralda y mantenerse como pupilo de Frida, el camino de ‘El güero’ tenía que abrirse paso por sí solo, y así fue, y entre sus obras se encuentran diversos murales repartidos por distintas partes del país.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


“Todos necesitamos vivir de algo, por eso me dediqué a vender. El primer mural que hice fue en Coyoacán, en la Casa de la Mujer, así se llamaba ese lugar de reunión social y en él estaba plasmado lo que vivía México en ese tiempo”.

A lo anterior agregó: “Yo siempre quise hacer murales ¿quién los patrocinaba? El gobierno aunque no era tan fácil, Diego y Frida nos conseguían los espacios. Tengo siete murales, algunos de ellos están en CDMX (línea 3 del metro, Estadio Olímpico, SCT), Angangueo, Nuevo Laredo (localizado en la planta potabilizadora) todos hablan de la historia del pueblo, yo trabajaba con los historiadores, me platicaban y lo realizaba”.

Acompañado por su hermana y uno de sus sobrinos, Arturo también nos compartió la historia de un mural privado, el cual se encuentra dentro de su casa en Michoacán, y en el cual está plasmado su papá, y cómo apoyó a la Revolución en su pueblo.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

“Ahí está mi papá, su primo hermano y un amigo. Él platicaba cómo se fue formando este pueblo y su participación en este movimiento en Panindícuaro, también contaba cómo el papá de mi papá, Margarito Estrada, junto a Melquiades Ortiz y Maximiliano Báez, impulsaron el movimiento para las tierras de este ejido llamado ahora Panindícuaro. Este mural lo hice en los 70 's ".

José Clemente Orozco fue otro de los grandes referentes del muralismo, y de quien Arturo pudo aprender.

“Sí, con él me ponía a pintar lo que yo quería, me ponía a conocer la ciudad y le ayudé a realizar el mural que se localiza en la Escuela Normal de Maestros en CDMX, ahí la superficie tenía mucha textura e incrustamos una barras de aluminio”.

El proceso para comenzar a pintar un mural, integraba para Arturo un café con miel de abeja natural, mientras colocaba un radio cerca de él para escuchar música clásica.


Su legado cultural a Michoacán

En 1985 fue el último año en el que tuvo a sus discípulos, “ese año me jubilé, ellos eran de todas partes del país como de San Luis Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, me mantuve divulgando las artes plásticas por distintas partes, siguiendo así el camino de Frida y Diego”.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia

Esas clases eran realizadas en la CDMX, y al haber tenido una buena escuela, deseó preservarla con las nuevas generaciones de artistas.

“Cuando uno llega a aprender pintura es porque ya se tiene un impulso, yo no los impulsé, al igual que a mí, si ya estábamos ahí lo que correspondía era ponernos a pintar e ir tomando nuestro propio estilo”, explicó Estrada Hernández.


Desea regresar a descansar a Panindícuaro junto a sus padres

Aunque actualmente vive junto a su familia en la CDMX, busca regresar cada vez que puede a Panindícuaro, donde dijo, desea descansar finalmente.

“Yo vengo de un lugar donde había artistas, existía una gran imaginación, así es Panindícuaro. Aquí vengo y hago lo que puedo, conozco el rumbo. Es mi casa de descanso, vengo de vacaciones, me pongo a dibujar, poco pero lo hago. Dibujo de todo, siempre le pongo mucho color”.

En 2019 fue la última vez que estuvo en Morelia para exponer en el Centro Cultural Clavijero, “Pero lo cierto es que quien dirige la cultura en Michoacán no le interesa el tema, no le interesa seguir fomentando el arte, como la Escuela de Artes Plásticas que impulsamos Pérez Coronado, Zalce, Monroy y yo en los 70’s”.

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Finalmente y a sabiendas que él es una institución viviente de la vida cultural en México, y que orgullosamente es michoacano, aunque no vive del recuerdo ni por haber sido parte de “Los Fridos”, sí tiene conciencia entre sus múltiples recuerdos que en ocasiones llegan a mezclarse y a moverlo de fechas y circunstancias, sabe que lo que logró vivir, pocas personas lo pudieron presenciar y ser parte importante de la historia.

Foto: Carmen Hernández | El Sol Morelia


“No a cualquiera le toca tener los maestros que yo tuve, soy parte de una época muy especial“, concluyó el maestro mientras observaba una de las fotografías que tiene con Frida Kahlo en Panindícuaro, aprovechando para invitar a las nuevas generaciones de jóvenes muralistas, a que se adentren al muralismo, “ahora pintan lo que quieren, ya no plasman la vida de México, deben de hacer más ruido porque este movimiento ha permanecido ya con mucho tiempo en silencio”.


La noticia de la muerte de Frida y Diego

Tras los problemas de salud de Frida Kahlo, en la despedida que se le realizó en Bellas Artes, Arturo se mantuvo toda la noche en el lugar, logrando dibujar a la artista rodeada de flores. Al ver la belleza de la obra, recordó ‘El Frido’, Diego Rivera le pidió lo mismo, y así fue, y el michoacano logró plasmar en vida y en muerte a dos de los pilares fundamentales del arte mexicano.


Información destacada

*97 años de edad.

*7 murales distribuidos en México.

*14-15 años comenzó a ser el pupilo de los artistas.

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