/ miércoles 9 de febrero de 2022

Mercaditas: Mujeres apoyando a mujeres

Entre muchas otras formas de violencia que sufrimos las mujeres, una de las más recurrentes y que pasa casi imperceptible es la violencia económica y es que ésta no se limita al condicionamiento del acceso al mercado laboral por las funciones naturales de nuestro cuerpo, sino que, en ocasiones las mujeres somos coaccionadas para destinar nuestro ingreso únicamente a la manutención del hogar o entregarlo completo a nuestra parejas, además existe y persiste una brecha salarial que según estudios, es por lo menos del 20% y por si faltaba algo también nos golpea el llamado impuesto rosa, del cual hablaremos en otra ocasión.

Aunado a lo anterior, el discurso público que se basa en buscar el incremento de la participación de las mujeres en la economía invisibiliza el hecho de que nosotras ya trabajamos entre 20 y 30 horas a la semana más que los hombres. Y cuando ampliamos el concepto de ‘trabajo’ e incluimos el trabajo doméstico y de cuidados que se hace en las casas y que no es pagado, vemos que las mujeres invierten el 65% de sus horas de vida en proveer estos servicios totalmente gratuitos.

Estos trabajos no son reconocidos, sin embargo, son fundamentales para sostener el sistema económico vigente, ya que toda persona que asiste a un trabajo remunerado, forzosamente parte y regresa a un espacio doméstico. Y es que la fuerza laboral formal no podría existir sin el trabajo doméstico y de cuidado, entonces se debe reconocer el aporte de las mujeres a la economía mexicana: el sostenimiento diario de la vida en sus comunidades a partir de actividades remuneradas y no remuneradas.

Por eso, ante las diferentes violencias que sufrimos las mujeres hemos buscado formas de protestar y resistir y en específico para ésta encontramos Las Mercaditas que han cobrado auge en los últimos años y que son una muestra de la lucha de las mujeres por la sobrevivencia y el espacio público.

Las mercaditas también son un espacio para que nos organicemos entre nosotras y tengamos opciones. No esperar a que el Estado lo haga, pues el mismo Estado es quien nos ha mantenido en una situación de precariedad histórica constante. Las mujeres queremos accionar y defender el derecho a organizarnos y las mercaditas son el ejemplo de esto y de lo que se puede lograr cuando mujeres apoyan a otras mujeres.

A raíz de la pandemia de Covid-19, la búsqueda de opciones para la subsistencia de las mujeres, cristalizada en las mercaditas, se volvió aún más necesaria, pues si bien todos los sectores de la población lo hemos sufrido, a las mujeres nos pegó aún más. El año pasado el INEGI informó que 7 de cada 10 empleos que se perdieron entre el primer trimestre de 2020 y el mismo periodo de 2021 pertenecían a mujeres.

Más allá de hacerle frente a la violencia económica, la realización de estrategias de autogestión y de organización social orientadas a la creación de comunidades de mujeres, ha derivado en la escucha, la reflexión sobre el panorama que nos rodea y la apropiación de un lugar que históricamente se nos ha negado: el espacio público.

Las mercaditas no son un tianguis, son una protesta. Son una manifestación de exigencia de políticas públicas, apoyos y programas a mujeres emprendedoras y empresarias. Es la apropiación de las calles para recordar que éstas, que históricamente se nos han negado, también son nuestras. Son el logro de la unión y lucha de las mujeres, porque nuestra libertad viene de la mano de la independencia económica y la autonomía corporal, sin estas dos, sólo estamos ante la simulación del empoderamiento.

Entre muchas otras formas de violencia que sufrimos las mujeres, una de las más recurrentes y que pasa casi imperceptible es la violencia económica y es que ésta no se limita al condicionamiento del acceso al mercado laboral por las funciones naturales de nuestro cuerpo, sino que, en ocasiones las mujeres somos coaccionadas para destinar nuestro ingreso únicamente a la manutención del hogar o entregarlo completo a nuestra parejas, además existe y persiste una brecha salarial que según estudios, es por lo menos del 20% y por si faltaba algo también nos golpea el llamado impuesto rosa, del cual hablaremos en otra ocasión.

Aunado a lo anterior, el discurso público que se basa en buscar el incremento de la participación de las mujeres en la economía invisibiliza el hecho de que nosotras ya trabajamos entre 20 y 30 horas a la semana más que los hombres. Y cuando ampliamos el concepto de ‘trabajo’ e incluimos el trabajo doméstico y de cuidados que se hace en las casas y que no es pagado, vemos que las mujeres invierten el 65% de sus horas de vida en proveer estos servicios totalmente gratuitos.

Estos trabajos no son reconocidos, sin embargo, son fundamentales para sostener el sistema económico vigente, ya que toda persona que asiste a un trabajo remunerado, forzosamente parte y regresa a un espacio doméstico. Y es que la fuerza laboral formal no podría existir sin el trabajo doméstico y de cuidado, entonces se debe reconocer el aporte de las mujeres a la economía mexicana: el sostenimiento diario de la vida en sus comunidades a partir de actividades remuneradas y no remuneradas.

Por eso, ante las diferentes violencias que sufrimos las mujeres hemos buscado formas de protestar y resistir y en específico para ésta encontramos Las Mercaditas que han cobrado auge en los últimos años y que son una muestra de la lucha de las mujeres por la sobrevivencia y el espacio público.

Las mercaditas también son un espacio para que nos organicemos entre nosotras y tengamos opciones. No esperar a que el Estado lo haga, pues el mismo Estado es quien nos ha mantenido en una situación de precariedad histórica constante. Las mujeres queremos accionar y defender el derecho a organizarnos y las mercaditas son el ejemplo de esto y de lo que se puede lograr cuando mujeres apoyan a otras mujeres.

A raíz de la pandemia de Covid-19, la búsqueda de opciones para la subsistencia de las mujeres, cristalizada en las mercaditas, se volvió aún más necesaria, pues si bien todos los sectores de la población lo hemos sufrido, a las mujeres nos pegó aún más. El año pasado el INEGI informó que 7 de cada 10 empleos que se perdieron entre el primer trimestre de 2020 y el mismo periodo de 2021 pertenecían a mujeres.

Más allá de hacerle frente a la violencia económica, la realización de estrategias de autogestión y de organización social orientadas a la creación de comunidades de mujeres, ha derivado en la escucha, la reflexión sobre el panorama que nos rodea y la apropiación de un lugar que históricamente se nos ha negado: el espacio público.

Las mercaditas no son un tianguis, son una protesta. Son una manifestación de exigencia de políticas públicas, apoyos y programas a mujeres emprendedoras y empresarias. Es la apropiación de las calles para recordar que éstas, que históricamente se nos han negado, también son nuestras. Son el logro de la unión y lucha de las mujeres, porque nuestra libertad viene de la mano de la independencia económica y la autonomía corporal, sin estas dos, sólo estamos ante la simulación del empoderamiento.