/ lunes 21 de agosto de 2023

Construir la paz: ¡Proyecto de vida!

No hay camino para la paz, la paz es el camino Mahatma Gandhi

“Convierte tu pasión en tu misión… ¡en tu proyecto de vida!”

Casi acostumbrados a ver y a saber de la violencia como un rasgo característico de nuestra época, digerimos con relativa normalidad todos los sucesos que atentan contra el propio ser humano, contra la naturaleza y contra nosotros mismos. La guerra y el conflicto son una constante en la historia de la existencia humana.

Y es que las buenas noticias, parecen ya, no ser noticia. Los titulares de los noticieros y periódicos, así como la información en las redes sociales, a veces tienen mayor impacto a partir de un enunciado que promulga, casi apologéticamente: la violencia, la guerra, el desencuentro, los rumores, la denostación y los problemas de orden social y económico.

Hablar de paz, parece una utopía. Suena hasta ridículo para algunos, el atreverse a aspirar por un mundo de paz: Soñar con él nos convierte en eso: en soñadores… en quijotes idealistas.

En este mundo de guerra, la paz es una urgencia, es el deseo de la vida, mirar al planeta sin divisiones territoriales, como se aprecia desde un satélite en el espacio.

La paz no sólo es una blanca paloma, un deseo, una voz …una ilusión que se va.

¡La paz es una forma de ser!

Para construir la paz se necesitan esfuerzos que puedan transformar el odio en amor.

Participar en proyectos concretos para la construcción de la paz es fundamental. Sumarse con trabajo en acciones directas y efectivas. Marchar es una expresión natural de los conglomerados que se unen; junto con ello, qué importante es la congruencia, haciendo práctica de lo que pensamos.

La paz se educa en el hogar, en los centros de estudio y en la sociedad misma. El hogar es la primera escuela de paz; ahí brotan los gestos primigenios de un ser humano capaz de contribuir a la paz. Su nacimiento es una oportunidad para la paz, es el toque de ternura y esperanza que tanta falta hace hoy en nuestras vidas.

Es el resultado de saber entender y escuchar las necesidades de los demás, antes que las propias. Es la consecuencia de una convivencia sana entre las personas, gozando de los mismos derechos fundamentales.

La paz es una virtud cívica y también personal; una especie de síntesis en la que coinciden una serie de valores sociales como el respeto, la tolerancia, la fraternidad, el amor, el perdón, y la reconciliación, entre otras.

Los que practican la paz saben que ésta, no es simplemente la ausencia de confrontaciones, pues el ser humano siempre ha sido protagonista del conflicto. La paz se produce cuando aprendemos a manejar esos conflictos y a superarlos por medio de métodos no violentos como la protesta pacífica, el diálogo y la negociación.

La paz proviene del interior, de la capacidad de cada individuo de reaccionar serenamente ante las dificultades y diferencias con las que se tope en su cotidianidad, evitando toda forma de hostilidad, grito y escenarios de pleito, a veces por absurdas desavenencias.

Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes. Isaac Newton.

Cuando me preguntaron sobre la forma más eficaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: LA PAZ, A. Einstein


En medio de un ambiente de incertidumbre y zozobra; los temores, los rumores y las inferencias, están a la orden del día. Tendríamos entonces que dar un giro radical y avizorar un horizonte promisorio.

Generar un proyecto de vida que le dé sentido a nuestra existencia.

Y en este afán, darnos a la tarea de ubicar algunos preceptos fundamentales, antes de trazarlo y definirlo, para ponerlo en marcha.

En primer término, habrá que situar al ser humano en una auténtica dimensión antropológica; mujeres y hombres que, por el hecho de ser personas, contamos todos, con dignidad y con valía.

La humanidad está integrada por casi ocho mil millones de habitantes; diferentes y singulares. Coincidencias genéticas, como el hecho de ser gemelas, gemelos, parecidos, parecidas y con rasgos muy peculiares por la raza y características étnicas, no modifican la maravilla de ser ¡“únicos e irrepetibles en el mundo”!

Es importante reconocernos entonces como seres dignos y con valor.

Estamos llamados a definir un perfil que justifique nuestra existencia, aquello que es vocación, don, talento y visión. Un PROYECTO DE VIDA que le de dimensión verdadera a nuestra existencia. Y luego, buscar con convicción, la forma de que nuestro esquema y plan de vida sea trascendente. Especialmente enfocado en la atención de la humanidad.

Este proyecto de vida requiere un sustento trípode, para responder a algunas interrogantes: la primera: ¿qué es lo que más me gusta hacer?; la segunda: ¿soy bueno para hacerlo? y la tercera: ¿sirve de algo a los demás?

Es la misión de nuestra vida trasformada en pasión, pero siempre al servicio de la comunidad, al servicio de la paz.

Dr. en Educ. J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector de la Universidad La Salle Morelia

jve@ulsamorelia.edu.mx


No hay camino para la paz, la paz es el camino Mahatma Gandhi

“Convierte tu pasión en tu misión… ¡en tu proyecto de vida!”

Casi acostumbrados a ver y a saber de la violencia como un rasgo característico de nuestra época, digerimos con relativa normalidad todos los sucesos que atentan contra el propio ser humano, contra la naturaleza y contra nosotros mismos. La guerra y el conflicto son una constante en la historia de la existencia humana.

Y es que las buenas noticias, parecen ya, no ser noticia. Los titulares de los noticieros y periódicos, así como la información en las redes sociales, a veces tienen mayor impacto a partir de un enunciado que promulga, casi apologéticamente: la violencia, la guerra, el desencuentro, los rumores, la denostación y los problemas de orden social y económico.

Hablar de paz, parece una utopía. Suena hasta ridículo para algunos, el atreverse a aspirar por un mundo de paz: Soñar con él nos convierte en eso: en soñadores… en quijotes idealistas.

En este mundo de guerra, la paz es una urgencia, es el deseo de la vida, mirar al planeta sin divisiones territoriales, como se aprecia desde un satélite en el espacio.

La paz no sólo es una blanca paloma, un deseo, una voz …una ilusión que se va.

¡La paz es una forma de ser!

Para construir la paz se necesitan esfuerzos que puedan transformar el odio en amor.

Participar en proyectos concretos para la construcción de la paz es fundamental. Sumarse con trabajo en acciones directas y efectivas. Marchar es una expresión natural de los conglomerados que se unen; junto con ello, qué importante es la congruencia, haciendo práctica de lo que pensamos.

La paz se educa en el hogar, en los centros de estudio y en la sociedad misma. El hogar es la primera escuela de paz; ahí brotan los gestos primigenios de un ser humano capaz de contribuir a la paz. Su nacimiento es una oportunidad para la paz, es el toque de ternura y esperanza que tanta falta hace hoy en nuestras vidas.

Es el resultado de saber entender y escuchar las necesidades de los demás, antes que las propias. Es la consecuencia de una convivencia sana entre las personas, gozando de los mismos derechos fundamentales.

La paz es una virtud cívica y también personal; una especie de síntesis en la que coinciden una serie de valores sociales como el respeto, la tolerancia, la fraternidad, el amor, el perdón, y la reconciliación, entre otras.

Los que practican la paz saben que ésta, no es simplemente la ausencia de confrontaciones, pues el ser humano siempre ha sido protagonista del conflicto. La paz se produce cuando aprendemos a manejar esos conflictos y a superarlos por medio de métodos no violentos como la protesta pacífica, el diálogo y la negociación.

La paz proviene del interior, de la capacidad de cada individuo de reaccionar serenamente ante las dificultades y diferencias con las que se tope en su cotidianidad, evitando toda forma de hostilidad, grito y escenarios de pleito, a veces por absurdas desavenencias.

Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes. Isaac Newton.

Cuando me preguntaron sobre la forma más eficaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: LA PAZ, A. Einstein


En medio de un ambiente de incertidumbre y zozobra; los temores, los rumores y las inferencias, están a la orden del día. Tendríamos entonces que dar un giro radical y avizorar un horizonte promisorio.

Generar un proyecto de vida que le dé sentido a nuestra existencia.

Y en este afán, darnos a la tarea de ubicar algunos preceptos fundamentales, antes de trazarlo y definirlo, para ponerlo en marcha.

En primer término, habrá que situar al ser humano en una auténtica dimensión antropológica; mujeres y hombres que, por el hecho de ser personas, contamos todos, con dignidad y con valía.

La humanidad está integrada por casi ocho mil millones de habitantes; diferentes y singulares. Coincidencias genéticas, como el hecho de ser gemelas, gemelos, parecidos, parecidas y con rasgos muy peculiares por la raza y características étnicas, no modifican la maravilla de ser ¡“únicos e irrepetibles en el mundo”!

Es importante reconocernos entonces como seres dignos y con valor.

Estamos llamados a definir un perfil que justifique nuestra existencia, aquello que es vocación, don, talento y visión. Un PROYECTO DE VIDA que le de dimensión verdadera a nuestra existencia. Y luego, buscar con convicción, la forma de que nuestro esquema y plan de vida sea trascendente. Especialmente enfocado en la atención de la humanidad.

Este proyecto de vida requiere un sustento trípode, para responder a algunas interrogantes: la primera: ¿qué es lo que más me gusta hacer?; la segunda: ¿soy bueno para hacerlo? y la tercera: ¿sirve de algo a los demás?

Es la misión de nuestra vida trasformada en pasión, pero siempre al servicio de la comunidad, al servicio de la paz.

Dr. en Educ. J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector de la Universidad La Salle Morelia

jve@ulsamorelia.edu.mx