/ jueves 31 de marzo de 2022

Dar y Recibir

La discapacidad no está en las personas faltas de una parte de su cuerpo, está en la mente de muchas que se dicen sanas

Marithe Lozano.


Infinidad de refranes, citas y proverbios de uso común coinciden en que, para recibir, siempre hay que dar; que todo lo que se entrega con buena intención y por convicción, se multiplica. Incluso, que el mal que se proyecta, se regresa, como una pirueta revanchista e infalible de la vida.

Se corrobora la frase de nuestro querido y admirado maestro, Don Alfonso Cabrera Morales: “El que da nunca se equivoca” y añade: “quizá el que recibe sí”

El afán de servicio a través de la música experimentada durante muchos años con la Estudiantina de la Universidad La Salle en la Ciudad de México, y ahora con “Musicanto” en Morelia, nos ha llevado a cantar en hospitales, asilos, reclusorios y en zonas marginadas.

En una de esas ocasiones, conocimos a los miembros de la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral (APAC), generando al término de una de nuestra presentación, el compromiso de fundar una estudiantina de personas con discapacidad.

Testigos somos del esfuerzo que diversas asociaciones realizan en pro de estos valientes seres de luz; en pequeños espacios, a veces sin la funcionalidad requerida; con más voluntad que recursos y multiplicando a su personal para atender con afanada entrega a todos. Y si bien es cierto, que en la medida de la discapacidad está la oportunidad, hoy hacemos conciencia de que podemos ser parte de las buenas obras. El resultado de ello, es que somos beneficiarios de su lección de vida.

“No es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino los pensamientos y acciones de nosotros mismos”

A pesar de sus limitaciones físicas, las personas con discapacidad, se empeñan en aprender a ejecutar instrumentos y se esmeran al cantar las frases de una pieza.

¡El efecto es impresionante! Especialistas médicos y personal capacitado en la materia, han concluido que la emoción que produce la música, favorece las relaciones sinápticas de las neuronas y estimula de manera sorprendente al hemisferio derecho, en donde residen las funciones creativas y emotivas del ser humano. Los beneficios se extienden en una especie de “rebote” (o interconexión), al hemisferio izquierdo, para impulsar y recuperar movimientos perdidos. La motricidad aumenta, la inteligencia se fortalece y en general, el deseo vital se potencia.

Fue un momento inusitado, cuando tuvieron la oportunidad de cantar con Julio Iglesias en un programa de televisión. Llorando, el artista se conmovió y aplaudió la actuación de APAC, generando un gran estímulo para la continuidad y el crecimiento del grupo.

Cada escenario que frecuentan se inunda de un aroma de ternura, de valor y admiración, provocando invariablemente que el público, puesto en pie, ovacione a los artistas impropiamente llamados “discapacitados”.

El proceso interactivo, ha tenido lugar, al abrirse foros para la expresión valiosa de estos niños y jóvenes, que han desterrado para siempre el mito y concepto erróneo acuñado en la antigüedad de que, las personas con algún tipo de discapacidad, son seres “maldecidos por el destino, locos sin cura, lisiados o minusválidos”.

Sus almas bellas trascienden el dolor; su espíritu es lección para quienes estamos en aparente estado de salud, pero especialmente para un sector de la niñez y la juventud, que en ocasiones se rehúsa a la práctica de las artes o deportes, cuando su organismo está en un estado de salud, digno de ser aprovechado.

Debemos seguir el ejemplo y testimonio de estos “guerreros de la vida”; artistas dotados de talento, que si bien, no los hace diferentes, ni con capacidades especiales, sí son “Seres plus válidos”, desbordados de entusiasmo y siempre listos a participar.

Los jóvenes con discapacidad, cantan, sonríen y bailan. Sus manos a veces rígidas, sus rostros amistosos y sonrientes; unos en sillas de ruedas y otros con dificultad mantienen apenas, la verticalidad, pero celebran la vida y gritan, porque el júbilo los invade; pulsan un instrumento de percusión y una guitarra; los tambores y el teclado les producen curiosidad.

Ahí están terapeutas, docentes y el voluntariado para acompañar y suscribir la fiesta que supone su ensayo. Canciones rítmicas les agradan y su afán artístico es significativo para quienes con cierta frecuencia les visitan.

Las cosas afortunadamente han dado un giro: de nombrarlos “discapacitados”, hemos evolucionado al ubicarlos como personas con discapacidad y hasta hay quienes, quizá con un afán compensatorio, los ven como personas con capacidades diferentes o especiales. Al fin y al cabo, todos somos simple y llanamente: ¡personas!

Los cuerpos contracturados de los artistas con parálisis cerebral y múltiples problemáticas, nos han provisto de una contundente enseñanza: ¡la dignidad!... y también de una gran bendición: ¡su amistad!

La discapacidad no está en las personas faltas de una parte de su cuerpo, está en la mente de muchas que se dicen sanas

Marithe Lozano.


Infinidad de refranes, citas y proverbios de uso común coinciden en que, para recibir, siempre hay que dar; que todo lo que se entrega con buena intención y por convicción, se multiplica. Incluso, que el mal que se proyecta, se regresa, como una pirueta revanchista e infalible de la vida.

Se corrobora la frase de nuestro querido y admirado maestro, Don Alfonso Cabrera Morales: “El que da nunca se equivoca” y añade: “quizá el que recibe sí”

El afán de servicio a través de la música experimentada durante muchos años con la Estudiantina de la Universidad La Salle en la Ciudad de México, y ahora con “Musicanto” en Morelia, nos ha llevado a cantar en hospitales, asilos, reclusorios y en zonas marginadas.

En una de esas ocasiones, conocimos a los miembros de la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral (APAC), generando al término de una de nuestra presentación, el compromiso de fundar una estudiantina de personas con discapacidad.

Testigos somos del esfuerzo que diversas asociaciones realizan en pro de estos valientes seres de luz; en pequeños espacios, a veces sin la funcionalidad requerida; con más voluntad que recursos y multiplicando a su personal para atender con afanada entrega a todos. Y si bien es cierto, que en la medida de la discapacidad está la oportunidad, hoy hacemos conciencia de que podemos ser parte de las buenas obras. El resultado de ello, es que somos beneficiarios de su lección de vida.

“No es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino los pensamientos y acciones de nosotros mismos”

A pesar de sus limitaciones físicas, las personas con discapacidad, se empeñan en aprender a ejecutar instrumentos y se esmeran al cantar las frases de una pieza.

¡El efecto es impresionante! Especialistas médicos y personal capacitado en la materia, han concluido que la emoción que produce la música, favorece las relaciones sinápticas de las neuronas y estimula de manera sorprendente al hemisferio derecho, en donde residen las funciones creativas y emotivas del ser humano. Los beneficios se extienden en una especie de “rebote” (o interconexión), al hemisferio izquierdo, para impulsar y recuperar movimientos perdidos. La motricidad aumenta, la inteligencia se fortalece y en general, el deseo vital se potencia.

Fue un momento inusitado, cuando tuvieron la oportunidad de cantar con Julio Iglesias en un programa de televisión. Llorando, el artista se conmovió y aplaudió la actuación de APAC, generando un gran estímulo para la continuidad y el crecimiento del grupo.

Cada escenario que frecuentan se inunda de un aroma de ternura, de valor y admiración, provocando invariablemente que el público, puesto en pie, ovacione a los artistas impropiamente llamados “discapacitados”.

El proceso interactivo, ha tenido lugar, al abrirse foros para la expresión valiosa de estos niños y jóvenes, que han desterrado para siempre el mito y concepto erróneo acuñado en la antigüedad de que, las personas con algún tipo de discapacidad, son seres “maldecidos por el destino, locos sin cura, lisiados o minusválidos”.

Sus almas bellas trascienden el dolor; su espíritu es lección para quienes estamos en aparente estado de salud, pero especialmente para un sector de la niñez y la juventud, que en ocasiones se rehúsa a la práctica de las artes o deportes, cuando su organismo está en un estado de salud, digno de ser aprovechado.

Debemos seguir el ejemplo y testimonio de estos “guerreros de la vida”; artistas dotados de talento, que si bien, no los hace diferentes, ni con capacidades especiales, sí son “Seres plus válidos”, desbordados de entusiasmo y siempre listos a participar.

Los jóvenes con discapacidad, cantan, sonríen y bailan. Sus manos a veces rígidas, sus rostros amistosos y sonrientes; unos en sillas de ruedas y otros con dificultad mantienen apenas, la verticalidad, pero celebran la vida y gritan, porque el júbilo los invade; pulsan un instrumento de percusión y una guitarra; los tambores y el teclado les producen curiosidad.

Ahí están terapeutas, docentes y el voluntariado para acompañar y suscribir la fiesta que supone su ensayo. Canciones rítmicas les agradan y su afán artístico es significativo para quienes con cierta frecuencia les visitan.

Las cosas afortunadamente han dado un giro: de nombrarlos “discapacitados”, hemos evolucionado al ubicarlos como personas con discapacidad y hasta hay quienes, quizá con un afán compensatorio, los ven como personas con capacidades diferentes o especiales. Al fin y al cabo, todos somos simple y llanamente: ¡personas!

Los cuerpos contracturados de los artistas con parálisis cerebral y múltiples problemáticas, nos han provisto de una contundente enseñanza: ¡la dignidad!... y también de una gran bendición: ¡su amistad!