/ martes 4 de enero de 2022

Las triunfadoras…los triunfadores

Decir la verdad y ser fiel a tu palabra, hace triunfar a una persona en la vida

Martin Luther King


Las triunfadoras y los triunfadores no son necesariamente, a quienes todo el mundo aplaude y reconoce.

No sólo edifican grandes obras, dejando constancia de su liderazgo. No son sólo quienes viajaron en primera clase.

Ni los administradores geniales, ni los visionarios del futuro, ni las grandes emprendedoras.

Triunfa también, el que calladamente lucha por la justicia, aun no siendo una gran oradora o un brillante diplomático. Triunfadora es igualmente la que venció la ambición desmedida y nunca fue seducida por la vanidad, el dinero o el poder.

Triunfadora es la que, en su boca, siempre tuvo la palabra justa y en su corazón, la ley de la bondad.

A veces el triunfador no es solamente el que hizo soberbias y admirables estructuras administrativas; sino la que, además, supo cómo construir una casa en donde existiera también un hogar.

Triunfador no es únicamente el que usa un celular de última generación para comunicarse, sino el que procura no emplear sólo ese medio para platicar con sus hijos; es el que tal vez no tenga correo electrónico, pero conoce y saluda a sus vecinos cara a cara.

Triunfador es el que quizá nunca haya ido, ni irá al espacio exterior, pero ha sido capaz de viajar en repetidas ocasiones hacia su espacio interior, para conocerse cada vez más. Y es el que, sin haber realizado grandes obras materiales en las que se acumula el polvo del tiempo, ha sabido edificarse a sí mismo.

Y a pesar de saberse sólo polvo, ha sabido ser “el cómplice de su propio destino, dejando su huella en este mundo para que perdure más allá del tiempo”

Triunfadora es también la que cumple fiel y cabalmente con su deber, aunque no reciba aplausos que se lo festejen; el que ama su trabajo (a veces ignorado o poco reconocido); la que no tiene un negocio lucrativo, pero edifica con su esfuerzo, la parte de la grandeza que le corresponde en la construcción de su familia y de su sociedad. Y si algo le enorgullece, más allá de la presunción y la fatuidad, es saber que en su alma brilla la chispa de la divinidad.

Es triunfador quien, a pesar de no haber atesorado cosas ni propiedades, que seducen a tantos, tuvo la riqueza más apreciada por otras personas; las de su propio corazón. Es el que quizá nunca alzó soberbio su mano en el podio de los vencedores, pero triunfó calladamente en el amor de su familia y con sus amigos y los cercanos a su alma. Es la que nunca apareció en las páginas de los periódicos, pero si en el diario preferido de Dios. El que no recibió reconocimiento alguno, pero siempre obtuvo el de los suyos; el que nunca escribió libros, pero si cartas de amor a sus hijos y poemas que cambiaron la vida de alguien a quien ayudaron a crecer.

El que pensó en redimir a su país a través de la asfixiante aventura de su trabajo común y rutinario; la que prefirió ser sombra, porque entendió que finalmente es tan importante como ser luz.

A veces el triunfador no es el que tiene una oficina esplendorosa, ni una secretaria ejecutiva y una asistente eficaz, ni posee tres maestrías y varios doctorados, pero su vida tiene un sentido. Los planes llamados estratégicos son esos en los que incluye a su familia. Triunfadora es la que tiene tiempo para todos los que ama y encuentra fascinante disfrutar a su manera, “la hermosa danza de la vida”

A veces el triunfador no es el que se menciona en las páginas de la historia, pero es el que con su contribución humilde hace que la historia sea posible; el que encuentra gratificante convencer y no sólo vencer a los demás y quien de una manera apacible pero decidida, lucha con firmeza por hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.

La que supo con sencillez poner una estrella sobre su propio destino, sobre el de su familia y de su comunidad, haciéndoles ver cómo ella, está siempre al alcance de sus manos. El que sabe que, aunque solo vivirá una vez…y si lo hace con sabiduría, con una vez le bastará.

A veces los y las triunfadoras merecidamente suelen ser: Teresa de Calcuta o Francisco de Asís; o Ana Frank, o Martin Luther King. O quizá la enfermera callada, el obrero sencillo, el campesino olvidado y el maestro de escuela rural; porque como personas, triunfaron sobre la desesperanza y la incomprensión y con su esfuerzo cotidiano, establecieron la diferencia.

Conversando en el bello Tampico, Don Rubén Núñez de Cáceres, hace muchos años, me recordó a propósito de estas fechas que: “a veces el triunfador puede ser el carpintero pobre de un lugar inhóspito e ignorado, una mujer sencilla de pueblo o un niño humilde que nació en un pesebre; porque para Él, no había lugar en la posada…”

Decir la verdad y ser fiel a tu palabra, hace triunfar a una persona en la vida

Martin Luther King


Las triunfadoras y los triunfadores no son necesariamente, a quienes todo el mundo aplaude y reconoce.

No sólo edifican grandes obras, dejando constancia de su liderazgo. No son sólo quienes viajaron en primera clase.

Ni los administradores geniales, ni los visionarios del futuro, ni las grandes emprendedoras.

Triunfa también, el que calladamente lucha por la justicia, aun no siendo una gran oradora o un brillante diplomático. Triunfadora es igualmente la que venció la ambición desmedida y nunca fue seducida por la vanidad, el dinero o el poder.

Triunfadora es la que, en su boca, siempre tuvo la palabra justa y en su corazón, la ley de la bondad.

A veces el triunfador no es solamente el que hizo soberbias y admirables estructuras administrativas; sino la que, además, supo cómo construir una casa en donde existiera también un hogar.

Triunfador no es únicamente el que usa un celular de última generación para comunicarse, sino el que procura no emplear sólo ese medio para platicar con sus hijos; es el que tal vez no tenga correo electrónico, pero conoce y saluda a sus vecinos cara a cara.

Triunfador es el que quizá nunca haya ido, ni irá al espacio exterior, pero ha sido capaz de viajar en repetidas ocasiones hacia su espacio interior, para conocerse cada vez más. Y es el que, sin haber realizado grandes obras materiales en las que se acumula el polvo del tiempo, ha sabido edificarse a sí mismo.

Y a pesar de saberse sólo polvo, ha sabido ser “el cómplice de su propio destino, dejando su huella en este mundo para que perdure más allá del tiempo”

Triunfadora es también la que cumple fiel y cabalmente con su deber, aunque no reciba aplausos que se lo festejen; el que ama su trabajo (a veces ignorado o poco reconocido); la que no tiene un negocio lucrativo, pero edifica con su esfuerzo, la parte de la grandeza que le corresponde en la construcción de su familia y de su sociedad. Y si algo le enorgullece, más allá de la presunción y la fatuidad, es saber que en su alma brilla la chispa de la divinidad.

Es triunfador quien, a pesar de no haber atesorado cosas ni propiedades, que seducen a tantos, tuvo la riqueza más apreciada por otras personas; las de su propio corazón. Es el que quizá nunca alzó soberbio su mano en el podio de los vencedores, pero triunfó calladamente en el amor de su familia y con sus amigos y los cercanos a su alma. Es la que nunca apareció en las páginas de los periódicos, pero si en el diario preferido de Dios. El que no recibió reconocimiento alguno, pero siempre obtuvo el de los suyos; el que nunca escribió libros, pero si cartas de amor a sus hijos y poemas que cambiaron la vida de alguien a quien ayudaron a crecer.

El que pensó en redimir a su país a través de la asfixiante aventura de su trabajo común y rutinario; la que prefirió ser sombra, porque entendió que finalmente es tan importante como ser luz.

A veces el triunfador no es el que tiene una oficina esplendorosa, ni una secretaria ejecutiva y una asistente eficaz, ni posee tres maestrías y varios doctorados, pero su vida tiene un sentido. Los planes llamados estratégicos son esos en los que incluye a su familia. Triunfadora es la que tiene tiempo para todos los que ama y encuentra fascinante disfrutar a su manera, “la hermosa danza de la vida”

A veces el triunfador no es el que se menciona en las páginas de la historia, pero es el que con su contribución humilde hace que la historia sea posible; el que encuentra gratificante convencer y no sólo vencer a los demás y quien de una manera apacible pero decidida, lucha con firmeza por hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.

La que supo con sencillez poner una estrella sobre su propio destino, sobre el de su familia y de su comunidad, haciéndoles ver cómo ella, está siempre al alcance de sus manos. El que sabe que, aunque solo vivirá una vez…y si lo hace con sabiduría, con una vez le bastará.

A veces los y las triunfadoras merecidamente suelen ser: Teresa de Calcuta o Francisco de Asís; o Ana Frank, o Martin Luther King. O quizá la enfermera callada, el obrero sencillo, el campesino olvidado y el maestro de escuela rural; porque como personas, triunfaron sobre la desesperanza y la incomprensión y con su esfuerzo cotidiano, establecieron la diferencia.

Conversando en el bello Tampico, Don Rubén Núñez de Cáceres, hace muchos años, me recordó a propósito de estas fechas que: “a veces el triunfador puede ser el carpintero pobre de un lugar inhóspito e ignorado, una mujer sencilla de pueblo o un niño humilde que nació en un pesebre; porque para Él, no había lugar en la posada…”