/ miércoles 8 de diciembre de 2021

Luz compartida, proyecto de vida

El amor es una palabra de luz, escrita por una mano de luz, sobre una página de luz Khalil Gibran

Recuerdo que leí hace tiempo, una bella reflexión acerca de la luz que se comparte.

“Un hombre lleno de años y sabiduría contó a unos jóvenes, la historia en la que varios compañeros habían quedado encerrados, por error, en una oscura caverna en donde no podían ver casi nada.

Pasado algún tiempo, uno de ellos logró encender una pequeña antorcha, cuya luz era tan escasa, que no se podía ver casi nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendiera su propia antorcha, compartiendo así, la llama con todos. ¡En unos instantes la caverna se iluminó!

Uno de los discípulos preguntó al maestro: ¿Qué nos enseña este relato?

Él contestó: "Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que, por el contrario, la hace crecer".

El compartir siempre nos enriquece, en lugar de hacemos más pobres. Los momentos más felices son aquellos que hemos podido compartir.

Si una vela enciende otra, así pueden llegar a brillar miles de ellas. De igual modo si iluminas tu corazón con amor, puede que ilumines miles de corazones.

Un fósforo es un objeto aparentemente insignificante; pero tiene un gran poder: puede encender miles de luces - ¡para lograrlo tiene que arriesgar su cabeza! -.

¡Arriesguémonos a compartir nuestra luz, nuestro tiempo, los conocimientos, los afectos …las pertenencias!

“La sombra no existe; lo que llamamos sombra… ¡es la luz que no vemos!”.

Tracemos entonces un Proyecto de Vida a partir de la luz que se comparte:

En medio de un ambiente de incertidumbre y zozobra; los temores, los rumores y las inferencias, están a la orden del día. La Pandemia que ha producido el COVID 19, ha estremecido al mundo, hasta el grado de transformarlo… para siempre. Este fenómeno marca la historia en un antes y en un después de este sorprendente, pero predecible episodio.

Las voces de desaliento parecen predominar sobre la esperanza.

Tendríamos entonces que dar un giro radical y avizorar un horizonte promisorio.

Generar un proyecto de vida que le dé sentido a nuestra existencia.

Y en este afán, darnos a la tarea de ubicar algunos preceptos fundamentales, antes de trazarlo y definirlo, para ponerlo en marcha.

En primer término, habrá que situar al ser humano en una auténtica dimensión antropológica; mujeres y hombres que, por el hecho de ser personas, contamos todos, con dignidad y con valía.

La humanidad está integrada por casi ocho mil millones de habitantes; diferentes y singulares. Coincidencias genéticas, como el hecho de ser gemelas, gemelos, parecidos, parecidas y con rasgos muy peculiares por la raza y características étnicas, no modifican la maravilla de ser ¡“únicos e irrepetibles en el mundo”!

Es importante reconocernos entonces como seres dignos y con valor.

Estamos llamados a definir un perfil que justifique nuestra existencia, aquello que es vocación, don, talento y visión. Un PROYECTO DE VIDA que le dé dimensión verdadera a nuestra existencia.

Y luego, buscar con convicción, la forma de que nuestro esquema y plan de vida sea trascendente. Especialmente enfocado en la atención de la humanidad.

Este proyecto de vida requiere un sustento trípode, para responder a algunas interrogantes: la primera: ¿qué es lo que más me gusta hacer?; la segunda: ¿soy bueno para hacerlo? y la tercera: ¿sirve de algo a los demás? Es la misión de nuestra vida trasformada en pasión, pero siempre al servicio de la comunidad.

Es tiempo de adoptar una postura descaradamente optimista a partir del realismo que nos impone el presente crítico que nos toca vivir. Recordar que, sin duda, los mejores tiempos son estos y que la vida es hoy y aquí… y que mañana encontraremos la recompensa de nuestros actos, si es que con sencillez y determinación y en la medida de nuestros límites y cualidades, fuimos capaces de disfrutar y vivir la vida intensamente, haciendo lo que más nos apasiona, conscientes de que somos aptos para ello y que pensamos siempre en el beneficio del otro; de ese prójimo poco favorecido; de quienes experimentan cotidianamente las consabidas pobrezas materiales y de subsistencia elemental; pero también de quienes son presas cautivas de las nuevas pobrezas: las espirituales, las afectivas y culturales, expresadas en la indigencia, la discriminación, la depresión, la ignorancia y la marginación.

¡Actuemos ya! y diseñemos nuestro plan y proyecto de vida trascendente.

Que la pandemia sea el contexto para afrontar el reto que inspire nuestra propia transformación, para ser reflejo y testimonio del amor, de la belleza… ¡del arte del gran Creador!

El amor es una palabra de luz, escrita por una mano de luz, sobre una página de luz Khalil Gibran

Recuerdo que leí hace tiempo, una bella reflexión acerca de la luz que se comparte.

“Un hombre lleno de años y sabiduría contó a unos jóvenes, la historia en la que varios compañeros habían quedado encerrados, por error, en una oscura caverna en donde no podían ver casi nada.

Pasado algún tiempo, uno de ellos logró encender una pequeña antorcha, cuya luz era tan escasa, que no se podía ver casi nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendiera su propia antorcha, compartiendo así, la llama con todos. ¡En unos instantes la caverna se iluminó!

Uno de los discípulos preguntó al maestro: ¿Qué nos enseña este relato?

Él contestó: "Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que, por el contrario, la hace crecer".

El compartir siempre nos enriquece, en lugar de hacemos más pobres. Los momentos más felices son aquellos que hemos podido compartir.

Si una vela enciende otra, así pueden llegar a brillar miles de ellas. De igual modo si iluminas tu corazón con amor, puede que ilumines miles de corazones.

Un fósforo es un objeto aparentemente insignificante; pero tiene un gran poder: puede encender miles de luces - ¡para lograrlo tiene que arriesgar su cabeza! -.

¡Arriesguémonos a compartir nuestra luz, nuestro tiempo, los conocimientos, los afectos …las pertenencias!

“La sombra no existe; lo que llamamos sombra… ¡es la luz que no vemos!”.

Tracemos entonces un Proyecto de Vida a partir de la luz que se comparte:

En medio de un ambiente de incertidumbre y zozobra; los temores, los rumores y las inferencias, están a la orden del día. La Pandemia que ha producido el COVID 19, ha estremecido al mundo, hasta el grado de transformarlo… para siempre. Este fenómeno marca la historia en un antes y en un después de este sorprendente, pero predecible episodio.

Las voces de desaliento parecen predominar sobre la esperanza.

Tendríamos entonces que dar un giro radical y avizorar un horizonte promisorio.

Generar un proyecto de vida que le dé sentido a nuestra existencia.

Y en este afán, darnos a la tarea de ubicar algunos preceptos fundamentales, antes de trazarlo y definirlo, para ponerlo en marcha.

En primer término, habrá que situar al ser humano en una auténtica dimensión antropológica; mujeres y hombres que, por el hecho de ser personas, contamos todos, con dignidad y con valía.

La humanidad está integrada por casi ocho mil millones de habitantes; diferentes y singulares. Coincidencias genéticas, como el hecho de ser gemelas, gemelos, parecidos, parecidas y con rasgos muy peculiares por la raza y características étnicas, no modifican la maravilla de ser ¡“únicos e irrepetibles en el mundo”!

Es importante reconocernos entonces como seres dignos y con valor.

Estamos llamados a definir un perfil que justifique nuestra existencia, aquello que es vocación, don, talento y visión. Un PROYECTO DE VIDA que le dé dimensión verdadera a nuestra existencia.

Y luego, buscar con convicción, la forma de que nuestro esquema y plan de vida sea trascendente. Especialmente enfocado en la atención de la humanidad.

Este proyecto de vida requiere un sustento trípode, para responder a algunas interrogantes: la primera: ¿qué es lo que más me gusta hacer?; la segunda: ¿soy bueno para hacerlo? y la tercera: ¿sirve de algo a los demás? Es la misión de nuestra vida trasformada en pasión, pero siempre al servicio de la comunidad.

Es tiempo de adoptar una postura descaradamente optimista a partir del realismo que nos impone el presente crítico que nos toca vivir. Recordar que, sin duda, los mejores tiempos son estos y que la vida es hoy y aquí… y que mañana encontraremos la recompensa de nuestros actos, si es que con sencillez y determinación y en la medida de nuestros límites y cualidades, fuimos capaces de disfrutar y vivir la vida intensamente, haciendo lo que más nos apasiona, conscientes de que somos aptos para ello y que pensamos siempre en el beneficio del otro; de ese prójimo poco favorecido; de quienes experimentan cotidianamente las consabidas pobrezas materiales y de subsistencia elemental; pero también de quienes son presas cautivas de las nuevas pobrezas: las espirituales, las afectivas y culturales, expresadas en la indigencia, la discriminación, la depresión, la ignorancia y la marginación.

¡Actuemos ya! y diseñemos nuestro plan y proyecto de vida trascendente.

Que la pandemia sea el contexto para afrontar el reto que inspire nuestra propia transformación, para ser reflejo y testimonio del amor, de la belleza… ¡del arte del gran Creador!