/ jueves 20 de enero de 2022

Los desafíos de la educación

"El punto neural del proceso educativo, estriba en el compromiso y en la vocación del cuerpo docente”

La actuación y el desempeño de los cuadros docentes, marcan la pauta y hacen la gran diferencia entre el éxito y el fracaso; entre la plenitud y el vacío de los procesos educativos.

Para nadie es un secreto que nuestro sistema educativo nacional tiene múltiples y variadas problemáticas. Las evidencias estadísticas de rendimiento, de evaluación, de correlación de contenidos al interior de la escuela, con la realidad fuera de ella, acusan fallas en la pertinencia y en la eficacia. Nuestra educación enfrenta con dificultades, los estándares internacionales y cuestionables son sus resultados académicos.

México ha tenido sus logros, es indudable. Según datos recabados por la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE), en 5º años –de 1950 a poco después del 2000- pasamos de 3 millones de estudiantes a 30 millones. La cobertura educativa de niños entre 5 y 14 años de edad se hizo casi universal y el porcentaje de estudiantes a nivel secundaria, creció del 33% en el año 2000, al 42% en el 2005. Sin embargo, estos resultados numéricos que retratan un esfuerzo de políticas públicas por alcanzar la cobertura universal y por elevar los años de escolaridad promedio, han dejado de lado factores esenciales, el más importante de ellos: la calidad.

En el actual escenario mundial de la competitividad, de las transformaciones profundas en los roles económicos y productivos de las naciones, México corre graves riesgos de rezago y de atraso. Mientras observamos a países como Corea que en tan sólo una generación modificó a profundidad sus sistemas educativos con resultados espectaculares, o a Finlandia con hábitos de estudio y niveles de lectura superiores al resto de Europa, nuestro país, ha carecido de las reformas educativas a profundidad, que mantengan una estrategia de constancia para la obtención de metas específicas. México está a la retaguardia de estos cambios.

Cuántas veces hemos sabido de carencias en equipamiento, instalaciones; incluso de acontecimientos inesperados como el temblor que tira una escuela…la pandemia que modifica panoramas e impone retos. Es importante reconocer que la maestra y el maestro, han estado por encima de las limitaciones, haciendo digna y útil su cátedra, su labor... ¡la clase!

Ahí están en juego: las virtudes, la preparación, la puntualidad, el talento, el carisma, la dedicación y el interés de servir... ¡Ésa es la gran diferencia!

Es fundamental trabajar en aspectos de infraestructura; tener a punto lo necesario para que el proceso enseñanza-aprendizaje sea positivo; ejerciendo con firmeza “el arte de acompañar”, promoviendo la investigación como función sustantiva a impulsar en toda institución educativa. Así se erigirán con el verdadero liderazgo que construye una agenda colaborativa, habilidosa, inventiva, visionaria y solidaria.

Entonces serán “piedras angulares de la Educación”.

“A veces el carisma de una persona es de tal índole que se infiltra, atravesando nuestras defensas, nuestros prejuicios y nuestras necesarias inhibiciones; adentrándose directamente en nuestras entrañas”, señaló Peter Hoeg.

Es una realidad que no todos los seres humanos son carismáticos; a algunos profesores les incomoda abordar este tema, porque parten de la premisa de que lo importante es el conocimiento. Es la sabiduría que “yo poseo” para que ellos, los estudiantes, me tengan respeto y me presten atención.

Esta premisa ha sido derrumbada por los modernos sistemas de enseñanza-aprendizaje. El libre y veloz acceso a la información desplaza el supuesto “conocimiento” o “sabiduría” exclusivos del maestro; por ende, debe hacerse un esfuerzo adicional para acercarse, cautivar y motivar a sus alumnos y alumnas. Si no se cuenta con las facultades que engloban el carisma, si no se trata de un gran expositor con amplias habilidades orales, el maestro y la maestra están en la obligación de buscar puntos de encuentro y de acercamiento. Provocar el diálogo, construir complicidades y buscar temáticas de contacto generacional, incluso disponiéndose a aprender de sus pupilos; pródigos en creatividad, chispa, inteligencia y habilidades tecnológicas (por la generación cibernética a la que pertenecen), además del buen sentido del humor que les caracteriza en general.

Quienes dan clase deben hacer un esfuerzo por construir vínculos; explotar un área de su personalidad que les permita estrechar las relaciones.

Es el privilegio de dejar huella y formar personas de bien; orgullo auténtico de sus familias y de su patria. Más allá de las retribuciones y de las prestaciones laborales, la gratificación que produce el formar a la juventud es el aliciente que da sentido permanente a la vocación.

“La oportunidad de ser trascendente radica en el magisterio. ¡La sociedad lo agradece!"

"El punto neural del proceso educativo, estriba en el compromiso y en la vocación del cuerpo docente”

La actuación y el desempeño de los cuadros docentes, marcan la pauta y hacen la gran diferencia entre el éxito y el fracaso; entre la plenitud y el vacío de los procesos educativos.

Para nadie es un secreto que nuestro sistema educativo nacional tiene múltiples y variadas problemáticas. Las evidencias estadísticas de rendimiento, de evaluación, de correlación de contenidos al interior de la escuela, con la realidad fuera de ella, acusan fallas en la pertinencia y en la eficacia. Nuestra educación enfrenta con dificultades, los estándares internacionales y cuestionables son sus resultados académicos.

México ha tenido sus logros, es indudable. Según datos recabados por la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE), en 5º años –de 1950 a poco después del 2000- pasamos de 3 millones de estudiantes a 30 millones. La cobertura educativa de niños entre 5 y 14 años de edad se hizo casi universal y el porcentaje de estudiantes a nivel secundaria, creció del 33% en el año 2000, al 42% en el 2005. Sin embargo, estos resultados numéricos que retratan un esfuerzo de políticas públicas por alcanzar la cobertura universal y por elevar los años de escolaridad promedio, han dejado de lado factores esenciales, el más importante de ellos: la calidad.

En el actual escenario mundial de la competitividad, de las transformaciones profundas en los roles económicos y productivos de las naciones, México corre graves riesgos de rezago y de atraso. Mientras observamos a países como Corea que en tan sólo una generación modificó a profundidad sus sistemas educativos con resultados espectaculares, o a Finlandia con hábitos de estudio y niveles de lectura superiores al resto de Europa, nuestro país, ha carecido de las reformas educativas a profundidad, que mantengan una estrategia de constancia para la obtención de metas específicas. México está a la retaguardia de estos cambios.

Cuántas veces hemos sabido de carencias en equipamiento, instalaciones; incluso de acontecimientos inesperados como el temblor que tira una escuela…la pandemia que modifica panoramas e impone retos. Es importante reconocer que la maestra y el maestro, han estado por encima de las limitaciones, haciendo digna y útil su cátedra, su labor... ¡la clase!

Ahí están en juego: las virtudes, la preparación, la puntualidad, el talento, el carisma, la dedicación y el interés de servir... ¡Ésa es la gran diferencia!

Es fundamental trabajar en aspectos de infraestructura; tener a punto lo necesario para que el proceso enseñanza-aprendizaje sea positivo; ejerciendo con firmeza “el arte de acompañar”, promoviendo la investigación como función sustantiva a impulsar en toda institución educativa. Así se erigirán con el verdadero liderazgo que construye una agenda colaborativa, habilidosa, inventiva, visionaria y solidaria.

Entonces serán “piedras angulares de la Educación”.

“A veces el carisma de una persona es de tal índole que se infiltra, atravesando nuestras defensas, nuestros prejuicios y nuestras necesarias inhibiciones; adentrándose directamente en nuestras entrañas”, señaló Peter Hoeg.

Es una realidad que no todos los seres humanos son carismáticos; a algunos profesores les incomoda abordar este tema, porque parten de la premisa de que lo importante es el conocimiento. Es la sabiduría que “yo poseo” para que ellos, los estudiantes, me tengan respeto y me presten atención.

Esta premisa ha sido derrumbada por los modernos sistemas de enseñanza-aprendizaje. El libre y veloz acceso a la información desplaza el supuesto “conocimiento” o “sabiduría” exclusivos del maestro; por ende, debe hacerse un esfuerzo adicional para acercarse, cautivar y motivar a sus alumnos y alumnas. Si no se cuenta con las facultades que engloban el carisma, si no se trata de un gran expositor con amplias habilidades orales, el maestro y la maestra están en la obligación de buscar puntos de encuentro y de acercamiento. Provocar el diálogo, construir complicidades y buscar temáticas de contacto generacional, incluso disponiéndose a aprender de sus pupilos; pródigos en creatividad, chispa, inteligencia y habilidades tecnológicas (por la generación cibernética a la que pertenecen), además del buen sentido del humor que les caracteriza en general.

Quienes dan clase deben hacer un esfuerzo por construir vínculos; explotar un área de su personalidad que les permita estrechar las relaciones.

Es el privilegio de dejar huella y formar personas de bien; orgullo auténtico de sus familias y de su patria. Más allá de las retribuciones y de las prestaciones laborales, la gratificación que produce el formar a la juventud es el aliciente que da sentido permanente a la vocación.

“La oportunidad de ser trascendente radica en el magisterio. ¡La sociedad lo agradece!"