/ lunes 29 de noviembre de 2021

Mercantilización de los procesos democráticos

La comparecencia del presidente del INE en la cámara de diputados, generó dos posturas, los que vieron en el funcionario electoral a un paladín de la democracia, y la otra, que interpretó la postura del dicho servidor público como desfazada de la realidad democrática y política, con fuertes tintes de activismo político, más allá de lo institucional. Independiente de la postura que haya tenido el referido presidente, y de forma lamentable, el debate poco abordó el tema de fondo relativo al dinero y los procesos democráticos.

La premisa velada sobre la cual se dio la comparecencia, es que los procesos democráticos como elecciones o revocación de mandato solo funcionan con dinero, con recursos económicos, lo que sin duda no es del todo cierto. Por ello, contextualizar a dichos procesos democráticos solamente a partir de un tema económico, desnaturaliza la escencia de los procesos políticos y los lleva por un camino de desconfiguración y suicidio institucional. Pero lo peor es que analizar desde una perspectiva económica a la democracia solamente ponderá la mercantilización de los procesos y deja de lado la condición humana de participación, de interés colectivo y común sobre los cuales deben de funcionar los procesos políticos democráticos.

Baste pensar en la historia moderna de la política mexicana, a partir de las reformas constituciones de los años 90´s, en las cuales se llevaron a cabo elecciones y el presupuesto no fue un tema de discusión, ni tampoco un factor para el desarrollo de los procesos comiciales.

Aún más, la perspectiva de las instituciones electorales debería de estar enfocada en fortalecer la participación ciudadana como un hábito político de la ciudadania que más allá de derterminado proceso de participación como la revocación o las elecciones, la sociedad tenga la cultura de la participación, y con ello lograr que la participación sea algo rutinario y que no genere costos. El llamado a “invertir” (dinero, mediante el presupuesto) hace pensar, si el sueldo de un funcionario electoral de más 300 mil pesos al mes es un mecanismo de inversión, o bien, si el costo de la burocracia electoral igualmente lo es, o aún más, si la impresión de boletas o la producción de material, son elementos que generan participación, cuando en realidad los incentivos están en las posturas de los gobiernos, de los partidos políticos, de los políticos, así como de las instituciones electorales que mandan mensajes de que la democracia depende del dinero, más que de la voluntad y participación ciudadana, o bien de la cultura política.

En otras palabras, la mercantilización de la democrácia en nada ayudará a lograr mejores y más amplios mecanismos de participación ciudadana, en nada ayudará a que el ciudadano decida con mayor convencimiento participar en los diversos mecanismos democráticos.

Por ello, la postura de las instituciones electorales, de sus integrantes, deberá de ser institucional, y vinculada directamente hacia el trabajo con la ciudadanía, más que en la lucha extrema por dinero.

La comparecencia del presidente del INE en la cámara de diputados, generó dos posturas, los que vieron en el funcionario electoral a un paladín de la democracia, y la otra, que interpretó la postura del dicho servidor público como desfazada de la realidad democrática y política, con fuertes tintes de activismo político, más allá de lo institucional. Independiente de la postura que haya tenido el referido presidente, y de forma lamentable, el debate poco abordó el tema de fondo relativo al dinero y los procesos democráticos.

La premisa velada sobre la cual se dio la comparecencia, es que los procesos democráticos como elecciones o revocación de mandato solo funcionan con dinero, con recursos económicos, lo que sin duda no es del todo cierto. Por ello, contextualizar a dichos procesos democráticos solamente a partir de un tema económico, desnaturaliza la escencia de los procesos políticos y los lleva por un camino de desconfiguración y suicidio institucional. Pero lo peor es que analizar desde una perspectiva económica a la democracia solamente ponderá la mercantilización de los procesos y deja de lado la condición humana de participación, de interés colectivo y común sobre los cuales deben de funcionar los procesos políticos democráticos.

Baste pensar en la historia moderna de la política mexicana, a partir de las reformas constituciones de los años 90´s, en las cuales se llevaron a cabo elecciones y el presupuesto no fue un tema de discusión, ni tampoco un factor para el desarrollo de los procesos comiciales.

Aún más, la perspectiva de las instituciones electorales debería de estar enfocada en fortalecer la participación ciudadana como un hábito político de la ciudadania que más allá de derterminado proceso de participación como la revocación o las elecciones, la sociedad tenga la cultura de la participación, y con ello lograr que la participación sea algo rutinario y que no genere costos. El llamado a “invertir” (dinero, mediante el presupuesto) hace pensar, si el sueldo de un funcionario electoral de más 300 mil pesos al mes es un mecanismo de inversión, o bien, si el costo de la burocracia electoral igualmente lo es, o aún más, si la impresión de boletas o la producción de material, son elementos que generan participación, cuando en realidad los incentivos están en las posturas de los gobiernos, de los partidos políticos, de los políticos, así como de las instituciones electorales que mandan mensajes de que la democracia depende del dinero, más que de la voluntad y participación ciudadana, o bien de la cultura política.

En otras palabras, la mercantilización de la democrácia en nada ayudará a lograr mejores y más amplios mecanismos de participación ciudadana, en nada ayudará a que el ciudadano decida con mayor convencimiento participar en los diversos mecanismos democráticos.

Por ello, la postura de las instituciones electorales, de sus integrantes, deberá de ser institucional, y vinculada directamente hacia el trabajo con la ciudadanía, más que en la lucha extrema por dinero.