Ejercer plenamente el derecho a aprender, así como todo el racimo de garantías y libertades que se ejercen en la escuela transforma nuestras biografías. Nuestra existencia y nuestras mejores cualidades se potencian, pulen y brillan más cuando la educación nos burila. Apreciamos con ojos renovados la belleza, el arte y el candor, mientras que nuestro juicio comprende mejor la importancia de la ciencia, la justicia y el deber.
En la vivencia plena de derechos educativos residen en buena medida el despertar de la consciencia humana, el afán conocer el universo y sus secretos, a la sociedad y a nosotros mismos como parte de una incesante misión prometeica, que nos hace evolucionar como especie y como cultura.
Es también la educación cimiento de la grandeza de una sociedad como la moreliana, una de las ciudades con más escolaridad per cápita de la nación. Es la dovela que impide el desmoronamiento del vallisoletano acueducto social, a pesar de la polarización, la desigualdad, los malos servicios públicos municipales, la pobreza y la creciente violencia.
En cierta medida la educación es llave de la vida, del éxito, de la riqueza, de la movilidad social, de la salud y la felicidad. Una llave que, lamentablemente, solo está al alcance de unos pocos. Pero cuando se tiene, la esperanza de vida se incrementa. Tiene lógica, al poder obtener más recursos para preservar la salud y más conocimientos para detectar o anticipar enfermedades, evitando conductas de riesgo y ponderando mayormente la importancia del autocuidado, dando mayor prioridad a la salud
También, en lo general, en una sociedad educada los índices de criminalidad, de violencia y de homicidios dolosos tienden a disminuir. En la gran mayoría de los casos así aplica. Es de esperarse que, quien conoce como generar los recursos para ser autosuficiente no necesita convertirse en delincuente.
Igualmente, la pobreza tiende a desaparecer conforme la población alcanza mayores niveles de escolaridad. La educación permite poseer habilidades de infundir mayor valor agregado a la mano de obra propia o de realizar acciones de emprendimiento y empresariales.
Análogamente, en una sociedad meritocrática, es decir, en la cual todos trabajan, se esfuerzan por ser mejores, por construir una versión más próspera de sí mismos, los valores impelen a reconocer a las personas que más se esfuerzan, que construyen biografías de movilidad social, no a criminales ni a redes delincuenciales. De esta manera, se proscriben socialmente también las conductas antijurídicas, lo cual no sucede en sociedades con escasa educación, donde resulta fácil para los mafiosos comprar conciencias, así como sobornar autoridades y envolver a la población precarizada, convirtiéndose en una especie de mecenas, de personajes reconocidos, respetados y admirados, convirtiendo sus biografías en aspiración para los más jóvenes. En esa etapa es cuando el imperialismo cultural delictivo declara su victoria más profunda, pervirtiendo los valores y la dignidad de todos.
Pero también, cuando la educación sucede, el estado de derecho mejora sustantivamente, porque los ciudadanos conocen sus derechos y obligaciones, allanando su propio acceso a la justicia y, con ello, también demandan mayor efectividad gubernamental, particularmente del poder judicial. El control de la corrupción mejora, por contar los ciudadanos con mayores elementos de juicio para darse cuenta de cualquier abuso del poder cometido por los gobernantes, siendo así más posible que se visibilice y denuncie el caso.
Como otro ejemplo, una sociedad más consciente de la importancia de la libre expresión alcanza mejores niveles del ejercicio de sus garantías al respecto al haber mayor alfabetización, la cual también a su vez impulsa el desarrollo de la conectividad digital, la cual conlleva el uso comunicativo de las redes sociales y, por ende, la inmensa mayoría de la ciudadanía valora, exige y propugna que exista libertad de expresión, así como rendición de cuentas de la autoridad.
En suma, la educación nos ayudará a resolver todos estos males sociales: violencia, inseguridad, pobreza, delincuencia y muchos más. La historia nos lo dice: ante el reinado del oscurantismo, ilustración para la emancipación. Merecemos un sistema educativo efectivo, constitucional y garantista.
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Doctor en ciencias en desarrollo regional y Director General de Mexicanos Primero Capítulo Michoacán, A.C.