/ jueves 12 de mayo de 2022

Resiliencia

El mundo rompe a todos… y después, algunos son fuertes en los lugares rotos Ernest Hemingway

Las circunstancias de nuestro presente aparecen con severos desafíos, miedos e incertidumbre. La resiliencia es un término que ha cobrado especial vigencia en estos tiempos; no tanto por ser una palabra actualizada, sino por el uso coyuntural que la crisis pandémica le ha otorgado.

Resiliencia, suena a resistencia, a temple, a prudencia, a serenidad y a madurez.

Es definida técnicamente, como la capacidad de los seres humanos para superar períodos de dolor emocional y situaciones adversas.

La resiliencia es un proceso; un término que se asocia a la resistencia de los materiales que se doblan sin romperse para recuperar su forma original; como el arco que se pandea para lanzar una flecha.

Cuando un sujeto o grupo lo hacen, se dice que tienen una resiliencia adecuada y pueden sobreponerse a contratiempos, o incluso, a resultar fortalecidos de ellos.

Hoy en dìa, la resiliencia se aborda desde la psicología positiva, la cual se enfoca en las capacidades, valores y atributos de los seres humanos, más que en sus debilidades y patologías.

El concepto de resiliencia tiene correspondencia con el término entereza. La capacidad de resistencia se prueba en situaciones de fuerte y prolongado estrés. Las personas resilientes han sido definidas con algunas de estas características:

Sentido de la autoestima fuerte y flexible; independencia de pensamiento y de acción. Habilidad para dar y recibir en las relaciones con los demás.

Alto grado de disciplina y sentido de responsabilidad. Reconocimiento y desarrollo de sus propias capacidades.

Una mente abierta y receptiva a las nuevas ideas. Una disposición para soñar.

Una gran variedad de intereses y un refinado sentido del humor.

Tolerancia real al sufrimiento. Las experiencias personales son interpretadas con un sentido de esperanza.

La existencia de un propósito significativo en la vida. La creencia de que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor y la convicción de que uno puede aprender con sus experiencias positivas o negativas.

Anthony Robbins señaló: “Siempre que eres más grande que tus circunstancias, eres más que cualquier cosa que te pueda ocurrir”.

En el seno familiar es fundamental generar una actitud resiliente que conduzca a un logro colectivo; cuando se resiste en familia: ¡se gana!

La escuela y la universidad pueden incursionar en la didáctica de la resiliencia y echar mano de programas y prácticas pedagógicas para asegurar su eficacia.

La frustración, la depresión y la desesperanza arrasan y desbararatan, cual huracán que se lleva todo a su paso.

Por ello, viene a colación esta conocida historia que referimos como un modelo práctico del significado y aplicación de la resiliencia,“La lámpara del ciego”:

  • En una ciudad de Oriente, un hombre llamado Guno caminaba de noche por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida, en medio de un cielo negro profundo…sin luna y sin estrellas, que impedirían a cualquiera, reconocer a un semejante a corta distancia.

De pronto, otro transeúnte de la noche se topa con Guno y lo interpela: ¿qué haces Guno, tú eres ciego y llevas una lámpara en la mano?

El ciego con serenidad respondió: “yo no llevo la lámpara para ver mi camino, conozco la oscuridad de las calles ¡de memoria!

Llevo esta luz para que otros encuentren su camino cuando me vean por ahí. Lo importante no es que la luz me sirva a mí, porque yo en efecto, soy ciego … la llevo para que otros puedan servirse de ella-

Alumbrar el camino de otros no es tarea fácil. En ocasiones no sólo no somos luz, sino que nos presentamos como densa oscuridad para los semejantes; cuando somos portadores de desaliento, de crítica sin beneficio; de egoísmo, de desamor, de odio y de resentimiento.

Por mínima que pareciera nuestra capacidad de brillar con luz propia, una pequeña chispa podría ser suficiente para el necesitado. Un poco de generosidad suele ser mucho para quien nada tiene. Una voz a tiempo, un gesto amable, una caricia, una sonrisa y una palabra de consuelo, son velas que pueden encender horizontes y alegrar corazones. Máxime cuando se piensa en el bienestar de los demás por encima de nuestra carencia, como en el caso de Guno. Tenemos siempre la opción de elegir, ser linterna o ser oscuridad.

“Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan a la luz del día, de la misma manera a la inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas evidentes”, citó Aristóteles.

Resiliente es aquel que no sólo adopta una postura personal ante los acontecimientos y avatares de la vida; sino todo ser humano que fundamenta su ser resiliente, en la generosidad y en el servicio.

Así, sin pretensiones, ni protagonismos -y a la vista de todos- un ciego se erige como un ser resiliente y luminoso… porque lo que llamamos sombra es en realidad: ¡la luz que no vemos!


El mundo rompe a todos… y después, algunos son fuertes en los lugares rotos Ernest Hemingway

Las circunstancias de nuestro presente aparecen con severos desafíos, miedos e incertidumbre. La resiliencia es un término que ha cobrado especial vigencia en estos tiempos; no tanto por ser una palabra actualizada, sino por el uso coyuntural que la crisis pandémica le ha otorgado.

Resiliencia, suena a resistencia, a temple, a prudencia, a serenidad y a madurez.

Es definida técnicamente, como la capacidad de los seres humanos para superar períodos de dolor emocional y situaciones adversas.

La resiliencia es un proceso; un término que se asocia a la resistencia de los materiales que se doblan sin romperse para recuperar su forma original; como el arco que se pandea para lanzar una flecha.

Cuando un sujeto o grupo lo hacen, se dice que tienen una resiliencia adecuada y pueden sobreponerse a contratiempos, o incluso, a resultar fortalecidos de ellos.

Hoy en dìa, la resiliencia se aborda desde la psicología positiva, la cual se enfoca en las capacidades, valores y atributos de los seres humanos, más que en sus debilidades y patologías.

El concepto de resiliencia tiene correspondencia con el término entereza. La capacidad de resistencia se prueba en situaciones de fuerte y prolongado estrés. Las personas resilientes han sido definidas con algunas de estas características:

Sentido de la autoestima fuerte y flexible; independencia de pensamiento y de acción. Habilidad para dar y recibir en las relaciones con los demás.

Alto grado de disciplina y sentido de responsabilidad. Reconocimiento y desarrollo de sus propias capacidades.

Una mente abierta y receptiva a las nuevas ideas. Una disposición para soñar.

Una gran variedad de intereses y un refinado sentido del humor.

Tolerancia real al sufrimiento. Las experiencias personales son interpretadas con un sentido de esperanza.

La existencia de un propósito significativo en la vida. La creencia de que uno puede influir en lo que sucede a su alrededor y la convicción de que uno puede aprender con sus experiencias positivas o negativas.

Anthony Robbins señaló: “Siempre que eres más grande que tus circunstancias, eres más que cualquier cosa que te pueda ocurrir”.

En el seno familiar es fundamental generar una actitud resiliente que conduzca a un logro colectivo; cuando se resiste en familia: ¡se gana!

La escuela y la universidad pueden incursionar en la didáctica de la resiliencia y echar mano de programas y prácticas pedagógicas para asegurar su eficacia.

La frustración, la depresión y la desesperanza arrasan y desbararatan, cual huracán que se lleva todo a su paso.

Por ello, viene a colación esta conocida historia que referimos como un modelo práctico del significado y aplicación de la resiliencia,“La lámpara del ciego”:

  • En una ciudad de Oriente, un hombre llamado Guno caminaba de noche por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida, en medio de un cielo negro profundo…sin luna y sin estrellas, que impedirían a cualquiera, reconocer a un semejante a corta distancia.

De pronto, otro transeúnte de la noche se topa con Guno y lo interpela: ¿qué haces Guno, tú eres ciego y llevas una lámpara en la mano?

El ciego con serenidad respondió: “yo no llevo la lámpara para ver mi camino, conozco la oscuridad de las calles ¡de memoria!

Llevo esta luz para que otros encuentren su camino cuando me vean por ahí. Lo importante no es que la luz me sirva a mí, porque yo en efecto, soy ciego … la llevo para que otros puedan servirse de ella-

Alumbrar el camino de otros no es tarea fácil. En ocasiones no sólo no somos luz, sino que nos presentamos como densa oscuridad para los semejantes; cuando somos portadores de desaliento, de crítica sin beneficio; de egoísmo, de desamor, de odio y de resentimiento.

Por mínima que pareciera nuestra capacidad de brillar con luz propia, una pequeña chispa podría ser suficiente para el necesitado. Un poco de generosidad suele ser mucho para quien nada tiene. Una voz a tiempo, un gesto amable, una caricia, una sonrisa y una palabra de consuelo, son velas que pueden encender horizontes y alegrar corazones. Máxime cuando se piensa en el bienestar de los demás por encima de nuestra carencia, como en el caso de Guno. Tenemos siempre la opción de elegir, ser linterna o ser oscuridad.

“Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan a la luz del día, de la misma manera a la inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas evidentes”, citó Aristóteles.

Resiliente es aquel que no sólo adopta una postura personal ante los acontecimientos y avatares de la vida; sino todo ser humano que fundamenta su ser resiliente, en la generosidad y en el servicio.

Así, sin pretensiones, ni protagonismos -y a la vista de todos- un ciego se erige como un ser resiliente y luminoso… porque lo que llamamos sombra es en realidad: ¡la luz que no vemos!