/ miércoles 19 de julio de 2023

¿Los obsoletos maestros tradicionales...? ¿En dónde están?

Hoy parecieran estar pasados de moda, protagonistas de lejanos tiempos...

Serían anacrónicos ahora, pero el caso es que siempre “estuvieron muy puntuales en sus clases”, apunta en su reflexión el admirado Maestro y Doctor José Luis Córdova.

Y continúa diciendo:

“Llenos de gis, pero con sus mejores atuendos, porque dar una clase fue siempre algo muy importante; sabían que era la hora del aprendizaje y de la ceremonia del saber”.

Con el peso y paso de los años ¡plenos de energía!, “sus conocimientos rudimentarios” (para nuestros días), tuvieron en memorables y cuantiosos casos, la mecha encendida de la pasión por enseñar.

“Como de la prehistoria”-percibidos hoy- pero con una gran visión del porvenir; con su bibliográfica básica, pero con una erudición incomparable; con poca o nula tecnología, pero con la mente abierta para provocar nuestra curiosidad; con pocas oportunidades de preguntas en clase, pero dejándonos cientos de ellas en la cabeza para toda la vida. Con o sin mucha empatía, provocaron profundos silencios para activar nuestras mentes. Con poco diálogo, pero con total respeto; sin muchos posgrados tal vez, pero con valores bien establecidos… con poca socialización, ¡pero con una gran vocación!

Quizá de un pasado lejano, pero tan indispensables para nuestra visión de futuro. Aquella “vieja guardia” de maestros no tenía tiempo de quejarse porque sabían que nuestro paso, además de efímero, nos enfrentaría de manera natural a los retos y desafíos que la vida nos impondría.

En sus aulas y fuera de ellas, aunque no dominaban muchas teorías pedagógicas, eran imagen de gran autoridad moral. Algunos de ellos fueron del esplendor a la decadencia… y fuimos testigos casi mudos de ello, porque nuestra inconciencia provocó risas acaso, ante su torpeza o errores que el deterioro fue causando en su hablar, caminar e incluso vestir, pues observábamos con rigor, la brillantez de sus trajes -otora impecables-, cediendo al desgaste de su uso cotidiano.

Muchos de ellos, nunca faltaron a clase en todo el curso; acaso alguna maestra llegó con demora, alguna vez, porque sus reflejos al volante no fueron suficientes para esquivar el alcance con otro coche de su viejo, pero cuidado, carro Opel.

De ellos hoy me permito evocar al gran Maestro Don Alfonso Torres Lemus, quien nos compartió el fascinante mundo de las etimologías grecolatinas, su benéfico uso y aplicación.

Aprendimos a escribir letras griegas y un sinfín de raíces y palabras, incluso con los acentos y espíritus procedentes.

Después de 50 años, entre hermanos y colegas, solemos aplicarnos las pruebas del dilecto maestro, Torres Lemus, a quien absurdamente se le negó la posibilidad de ser sacerdote por su condición civil.

Todos los recordamos con admiración e infinita gratitud.

“No hay moneda con al que pueda retribuirse la abnegación y dedicación de un maestro, lo que más se acerca es la gratitud”, decía mi padre Don Xavier.

En estos tiempos, hemos insistido en la actualización e incorporación de los cuerpos docentes a la realidad y exigencias tecnológicas, con su avasallante dinámica.

Del conductismo los hemos visto transitar al constructivismo, adoptando cambios radicales; modelos educativos han ido y venido y también escudriñar la interdisciplina, abordar la transdisciplina y las novedades del “performance” académico de nuestras épocas de cristal.

Aludimos en la búsqueda de la calidad y de la mejora continua a la Integridad Académica como una novedad en la palestra de los temas universitarios que apuntan a la excelencia. La definimos como el actuar honesto, respetuoso, responsable, justo y confiable de los miembros de una comunidad educativa. Esos antiguos maestros forjaban la integridad quizá sin ubicarla como tal (a veces con más ingenio que conocimiento de ella). La filosofía coercitiva del deber ser se aplicaba casi en forma natural y lógica.

Verticalmente: fila “H” y fila “S”; horizontalmente: los números 6 y 7; cuatro pruebas diferentes: H6, H7, S6 y S7… de manera que, al hacer un examen, todos los estudiantes estábamos aislados y sin posibilidades de copiar, porque la H no puede deformarse en S y el número 6 no puede convertirse en 7.

Integridad Académica en pocas palabras quiere decir ahora y siempre: ¡no copiar! ¡no hacer trampa! -ya antiguos catedráticos velaron porque Integridad Académica para que así fuera-.

“Viejos del mundo que gozan el tiempo, porque el presente …ya se fue. Viejos caminos, que son del ayer. Viejos maestros, la escuela y el hogar, hoy quedan muy nuestros, generosos conceptos, de poco pagar… ¡que vivan los viejos…que vivan los viejos una eternidad!

Seamos un poco viejos, que no muy a lo lejos está el ayer, seremos muy pronto viejos, ayer es presente, futuro tal vez”.

Tan del ayer, pero hoy parece que ¡nos hacen mucha falta...!


Dr. en Educación J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector de la Universidad La Salle Morelia

jesusvazquezestupinan@gmail.com

Hoy parecieran estar pasados de moda, protagonistas de lejanos tiempos...

Serían anacrónicos ahora, pero el caso es que siempre “estuvieron muy puntuales en sus clases”, apunta en su reflexión el admirado Maestro y Doctor José Luis Córdova.

Y continúa diciendo:

“Llenos de gis, pero con sus mejores atuendos, porque dar una clase fue siempre algo muy importante; sabían que era la hora del aprendizaje y de la ceremonia del saber”.

Con el peso y paso de los años ¡plenos de energía!, “sus conocimientos rudimentarios” (para nuestros días), tuvieron en memorables y cuantiosos casos, la mecha encendida de la pasión por enseñar.

“Como de la prehistoria”-percibidos hoy- pero con una gran visión del porvenir; con su bibliográfica básica, pero con una erudición incomparable; con poca o nula tecnología, pero con la mente abierta para provocar nuestra curiosidad; con pocas oportunidades de preguntas en clase, pero dejándonos cientos de ellas en la cabeza para toda la vida. Con o sin mucha empatía, provocaron profundos silencios para activar nuestras mentes. Con poco diálogo, pero con total respeto; sin muchos posgrados tal vez, pero con valores bien establecidos… con poca socialización, ¡pero con una gran vocación!

Quizá de un pasado lejano, pero tan indispensables para nuestra visión de futuro. Aquella “vieja guardia” de maestros no tenía tiempo de quejarse porque sabían que nuestro paso, además de efímero, nos enfrentaría de manera natural a los retos y desafíos que la vida nos impondría.

En sus aulas y fuera de ellas, aunque no dominaban muchas teorías pedagógicas, eran imagen de gran autoridad moral. Algunos de ellos fueron del esplendor a la decadencia… y fuimos testigos casi mudos de ello, porque nuestra inconciencia provocó risas acaso, ante su torpeza o errores que el deterioro fue causando en su hablar, caminar e incluso vestir, pues observábamos con rigor, la brillantez de sus trajes -otora impecables-, cediendo al desgaste de su uso cotidiano.

Muchos de ellos, nunca faltaron a clase en todo el curso; acaso alguna maestra llegó con demora, alguna vez, porque sus reflejos al volante no fueron suficientes para esquivar el alcance con otro coche de su viejo, pero cuidado, carro Opel.

De ellos hoy me permito evocar al gran Maestro Don Alfonso Torres Lemus, quien nos compartió el fascinante mundo de las etimologías grecolatinas, su benéfico uso y aplicación.

Aprendimos a escribir letras griegas y un sinfín de raíces y palabras, incluso con los acentos y espíritus procedentes.

Después de 50 años, entre hermanos y colegas, solemos aplicarnos las pruebas del dilecto maestro, Torres Lemus, a quien absurdamente se le negó la posibilidad de ser sacerdote por su condición civil.

Todos los recordamos con admiración e infinita gratitud.

“No hay moneda con al que pueda retribuirse la abnegación y dedicación de un maestro, lo que más se acerca es la gratitud”, decía mi padre Don Xavier.

En estos tiempos, hemos insistido en la actualización e incorporación de los cuerpos docentes a la realidad y exigencias tecnológicas, con su avasallante dinámica.

Del conductismo los hemos visto transitar al constructivismo, adoptando cambios radicales; modelos educativos han ido y venido y también escudriñar la interdisciplina, abordar la transdisciplina y las novedades del “performance” académico de nuestras épocas de cristal.

Aludimos en la búsqueda de la calidad y de la mejora continua a la Integridad Académica como una novedad en la palestra de los temas universitarios que apuntan a la excelencia. La definimos como el actuar honesto, respetuoso, responsable, justo y confiable de los miembros de una comunidad educativa. Esos antiguos maestros forjaban la integridad quizá sin ubicarla como tal (a veces con más ingenio que conocimiento de ella). La filosofía coercitiva del deber ser se aplicaba casi en forma natural y lógica.

Verticalmente: fila “H” y fila “S”; horizontalmente: los números 6 y 7; cuatro pruebas diferentes: H6, H7, S6 y S7… de manera que, al hacer un examen, todos los estudiantes estábamos aislados y sin posibilidades de copiar, porque la H no puede deformarse en S y el número 6 no puede convertirse en 7.

Integridad Académica en pocas palabras quiere decir ahora y siempre: ¡no copiar! ¡no hacer trampa! -ya antiguos catedráticos velaron porque Integridad Académica para que así fuera-.

“Viejos del mundo que gozan el tiempo, porque el presente …ya se fue. Viejos caminos, que son del ayer. Viejos maestros, la escuela y el hogar, hoy quedan muy nuestros, generosos conceptos, de poco pagar… ¡que vivan los viejos…que vivan los viejos una eternidad!

Seamos un poco viejos, que no muy a lo lejos está el ayer, seremos muy pronto viejos, ayer es presente, futuro tal vez”.

Tan del ayer, pero hoy parece que ¡nos hacen mucha falta...!


Dr. en Educación J. Jesús Vázquez Estupiñán

Rector de la Universidad La Salle Morelia

jesusvazquezestupinan@gmail.com