/ martes 3 de agosto de 2021

Nada que celebrar: Voy por cigarros mode on

Por Carolina Ramos Leyva

El pasado día del padre, fue un día como cualquiera en la mayor parte del territorio nacional. En muchos hogares no hubo celebración, no hubo regalos, no hubo abrazos, ni pastel, porque en más de treinta millones de hogares mexicanos, los señores festejados brillaron por su ausencia.

El también conocido como papá luchón, el innombrable, papito cósmico, “el kks” o el mote despectivo y burlesco que cada quien desee asignarle, es un hombre arropado por la sociedad, quien a su vez, desarropa a su descendencia y a la madre de sus hijos, pero como el patriarcado nos permea, resulta imposible evidenciar a los padres abandónicos, y es más sencillo voltear la mirada y culpar a terceras.

Esto ha sido visto a lo largo de la historia, pues desde siempre, las mujeres y los hijos e hijas son castigadas ante la irresponsabilidad paterna o ¿acaso ya olvidamos la palabra bastardo y todo lo que esto conlleva y significa? Culpando hasta a los hijos ante el acto atroz del abandono por parte del padre.

Así pues, nos remitimos a la llamada madre soltera, siempre tan criticada hasta la última consecuencia del escarnio, poniendo en años recientes tan en boga el mote de “mamá luchona” a aquella que es dejada por un hombre y tiene que salir adelante con la “bendición”. Es decir, todos son responsables y sujetos de crítica ante la ausencia del padre, menos este.

Cada familia es un caso particular. Las hay en ausencia total del innombrable, algunas más con presencia intermitente. Los que aseguran que su esposa no los deja ver a los niños pero en realidad prefieren hacer uso de su tiempo en actividades de mayor interés, otras donde 200 pesos a la semana deben alcanzar para satisfacer las necesidades de los y las hijas y este aporte económico hace sentir al hombre con todo el derecho de intervenir no sólo en cómo es que los hijos deben ser educados, sino en el comportamiento y actuar mismos de la madre... En fin, cada caso es una historia distinta que seguramente conocemos de cerca, pues los papás luchones, son personas más comunes de lo que se ha aparentado durante mucho tiempo.

Cuántas veces nos hemos enternecido en redes sociales ante el papito luchón que se tatúa el nombre de su hijo, el piecito de recién nacida de su hija, el que los lleva a comer a restaurantes de comida rápida y les toma mil fotos para que pasen semanas, meses y hasta años para que vuelva a convivir con ellos, pero nunca faltan los estados y las historias compartidas en redes sociales diciendo que los extraña. Es decir, estamos ante una simulación flagrante de la paternidad, un acto casi burlesco donde el señor en cuestión actúa de manera irresponsable y esto es visto como algo sumamente simpático…

Decir que fue por cigarros, reírnos cuando no sabe la fecha de nacimiento de sus vástagos, normalizar acciones irresponsables, violentas y carentes de interés hacia los y las hijas, entre muchas otras cosas, es mirar hacia otro lado y no poner el dedo en la llaga: su carente o nula responsabilidad afectiva, no es vista como una falta, pues se nos ha enseñado a verla como parte de su naturaleza descuidada hacia todo aquello que tenga que ver con afrontar y resolver sus obligaciones.

Así que hoy, a una semana de la celebración, y ya frotando nuestros ojos para observar con mayor claridad después del cúmulo de emociones exacerbadas propias del momento ¿Qué tal si nombramos a este papito luchón y le llamamos por su nombre y claras características? Al fin de cuentas, fue él quien tomó la decisión de ser: el abandónico, el irresponsable, el violentador, el infantil, el aprovechado, el padre ausente y todo aquello que como sociedad sabemos, pero pocas veces nos atrevemos a señalar.

Por Carolina Ramos Leyva

El pasado día del padre, fue un día como cualquiera en la mayor parte del territorio nacional. En muchos hogares no hubo celebración, no hubo regalos, no hubo abrazos, ni pastel, porque en más de treinta millones de hogares mexicanos, los señores festejados brillaron por su ausencia.

El también conocido como papá luchón, el innombrable, papito cósmico, “el kks” o el mote despectivo y burlesco que cada quien desee asignarle, es un hombre arropado por la sociedad, quien a su vez, desarropa a su descendencia y a la madre de sus hijos, pero como el patriarcado nos permea, resulta imposible evidenciar a los padres abandónicos, y es más sencillo voltear la mirada y culpar a terceras.

Esto ha sido visto a lo largo de la historia, pues desde siempre, las mujeres y los hijos e hijas son castigadas ante la irresponsabilidad paterna o ¿acaso ya olvidamos la palabra bastardo y todo lo que esto conlleva y significa? Culpando hasta a los hijos ante el acto atroz del abandono por parte del padre.

Así pues, nos remitimos a la llamada madre soltera, siempre tan criticada hasta la última consecuencia del escarnio, poniendo en años recientes tan en boga el mote de “mamá luchona” a aquella que es dejada por un hombre y tiene que salir adelante con la “bendición”. Es decir, todos son responsables y sujetos de crítica ante la ausencia del padre, menos este.

Cada familia es un caso particular. Las hay en ausencia total del innombrable, algunas más con presencia intermitente. Los que aseguran que su esposa no los deja ver a los niños pero en realidad prefieren hacer uso de su tiempo en actividades de mayor interés, otras donde 200 pesos a la semana deben alcanzar para satisfacer las necesidades de los y las hijas y este aporte económico hace sentir al hombre con todo el derecho de intervenir no sólo en cómo es que los hijos deben ser educados, sino en el comportamiento y actuar mismos de la madre... En fin, cada caso es una historia distinta que seguramente conocemos de cerca, pues los papás luchones, son personas más comunes de lo que se ha aparentado durante mucho tiempo.

Cuántas veces nos hemos enternecido en redes sociales ante el papito luchón que se tatúa el nombre de su hijo, el piecito de recién nacida de su hija, el que los lleva a comer a restaurantes de comida rápida y les toma mil fotos para que pasen semanas, meses y hasta años para que vuelva a convivir con ellos, pero nunca faltan los estados y las historias compartidas en redes sociales diciendo que los extraña. Es decir, estamos ante una simulación flagrante de la paternidad, un acto casi burlesco donde el señor en cuestión actúa de manera irresponsable y esto es visto como algo sumamente simpático…

Decir que fue por cigarros, reírnos cuando no sabe la fecha de nacimiento de sus vástagos, normalizar acciones irresponsables, violentas y carentes de interés hacia los y las hijas, entre muchas otras cosas, es mirar hacia otro lado y no poner el dedo en la llaga: su carente o nula responsabilidad afectiva, no es vista como una falta, pues se nos ha enseñado a verla como parte de su naturaleza descuidada hacia todo aquello que tenga que ver con afrontar y resolver sus obligaciones.

Así que hoy, a una semana de la celebración, y ya frotando nuestros ojos para observar con mayor claridad después del cúmulo de emociones exacerbadas propias del momento ¿Qué tal si nombramos a este papito luchón y le llamamos por su nombre y claras características? Al fin de cuentas, fue él quien tomó la decisión de ser: el abandónico, el irresponsable, el violentador, el infantil, el aprovechado, el padre ausente y todo aquello que como sociedad sabemos, pero pocas veces nos atrevemos a señalar.