/ viernes 17 de diciembre de 2021

La verdad como justicia

Mitzi Delgado/Maricela Montero

El caso de Ainara y la Youtuber YosSTop ha colocado sobre la mesa un debate sobre la perspectiva social que tenemos de la justicia y generado una serie de opiniones a favor y en contra de la “justicia restaurativa”, ese concepto no tan nuevo, pero que parece que en México aún no sabemos con qué se come.

La justicia puede tener muchas formas y quienes hemos sido víctimas sabemos que la cárcel no necesariamente es una de las vías para alcanzarla, menos en un sistema patriarcal como el nuestro, pues además del desgaste emocional y el tiempo que demanda un proceso legal en el que se requiere involucrar órganos jurisdiccionales, el costo social que pagamos las víctimas por denunciar es muy alto.

El caso Ainara nos muestra que un camino alternativo es posible y nos enseña a ver los procesos penales con otros ojos, a comprender que tener privadas de la libertad a las personas no siempre significa que se haya obtenido justicia, pero, sobre todo nos muestra que la justicia es para las víctimas y bajo sus términos.

En el camino que tenemos andado como feministas acompañantes en casos de violencia, pero además como víctimas mismas, hemos aprendido que cuando una mujer denuncia no siempre está buscando una sanción penal, pues sabemos de antemano que el sistema no está de nuestro lado, pero si buscamos que se conozca la verdad, que nuestra voz sea escuchada y eso en nuestros términos es justicia.

Para las mujeres víctimas de violencia machista denunciar es un acto de suprema valentía, pues sabemos que tendremos que revivir una y otra vez lo que hemos pasado en este sistema judicial revictimizante por naturaleza, y no es de extrañarse que sea así sí está diseñado por hombres y para los hombres.

También sabemos que en una sociedad que está educada para proteger la integridad de los hombres siempre se encontrará una forma de culpar a la mujer por la agresión que haya sufrido, se buscará por todas las vías la forma para desacreditarnos y exponernos al escrutinio público.

Estamos conscientes también qué, en los ojos de muchas personas, nuestro agresor pasará a ser una pobre víctima de la mujer despechada, loca, histérica, exagerada o mentirosa y que no nos van a creer, pues a pesar de que 8 de cada 12 mujeres en el mundo han sido víctimas de violencia, nadie conoce a un agresor. Y ante esto siempre vendrán los “algo ha de querer”, “quiere 15 minutos de fama” o “pues algo busca”. Y si, si buscamos algo, y es justicia, no necesariamente con los agresores tras las rejas, si no justicia en nuestros términos, fuera de un sistema patriarcal.

Justicia es que se nos reconozca la verdad, que no seamos nosotras las que vivamos con miedo, que no se nos tache de locas por quejarnos ni nos convirtamos en las malas por denunciar a quien nos hizo mal, justicia es no tener que cambiar de círculos de amistad, trabajos o incluso de ciudad, porque en el imaginario de todos eres la ingrata mujer que se atrevió a denunciar.

Como sociedad no debemos ni tenemos el derecho de juzgar las decisiones de una víctima pues solamente quien ha vivido una situación en la se tiene que tomar la delicada decisión de hacer una denuncia en el sistema judicial mexicano, con todos los costos personales que ello implica, puede reconocer el complejo proceso de interiorización que se vive, y es ahí donde la comprensión de justicia depende de la víctima, y no de las discusiones morales del exterior. Es momento de entender que las víctimas jamás quisieron serlo, y que su deseo es poder seguir con su vida normal, dejando atrás lo sucedido.

A Ainara, como a muchas víctimas más, nunca le quitarán el daño que les hicieron, pero hoy su verdad ha sido reconocida y eso es justicia.

Mitzi Delgado/Maricela Montero

El caso de Ainara y la Youtuber YosSTop ha colocado sobre la mesa un debate sobre la perspectiva social que tenemos de la justicia y generado una serie de opiniones a favor y en contra de la “justicia restaurativa”, ese concepto no tan nuevo, pero que parece que en México aún no sabemos con qué se come.

La justicia puede tener muchas formas y quienes hemos sido víctimas sabemos que la cárcel no necesariamente es una de las vías para alcanzarla, menos en un sistema patriarcal como el nuestro, pues además del desgaste emocional y el tiempo que demanda un proceso legal en el que se requiere involucrar órganos jurisdiccionales, el costo social que pagamos las víctimas por denunciar es muy alto.

El caso Ainara nos muestra que un camino alternativo es posible y nos enseña a ver los procesos penales con otros ojos, a comprender que tener privadas de la libertad a las personas no siempre significa que se haya obtenido justicia, pero, sobre todo nos muestra que la justicia es para las víctimas y bajo sus términos.

En el camino que tenemos andado como feministas acompañantes en casos de violencia, pero además como víctimas mismas, hemos aprendido que cuando una mujer denuncia no siempre está buscando una sanción penal, pues sabemos de antemano que el sistema no está de nuestro lado, pero si buscamos que se conozca la verdad, que nuestra voz sea escuchada y eso en nuestros términos es justicia.

Para las mujeres víctimas de violencia machista denunciar es un acto de suprema valentía, pues sabemos que tendremos que revivir una y otra vez lo que hemos pasado en este sistema judicial revictimizante por naturaleza, y no es de extrañarse que sea así sí está diseñado por hombres y para los hombres.

También sabemos que en una sociedad que está educada para proteger la integridad de los hombres siempre se encontrará una forma de culpar a la mujer por la agresión que haya sufrido, se buscará por todas las vías la forma para desacreditarnos y exponernos al escrutinio público.

Estamos conscientes también qué, en los ojos de muchas personas, nuestro agresor pasará a ser una pobre víctima de la mujer despechada, loca, histérica, exagerada o mentirosa y que no nos van a creer, pues a pesar de que 8 de cada 12 mujeres en el mundo han sido víctimas de violencia, nadie conoce a un agresor. Y ante esto siempre vendrán los “algo ha de querer”, “quiere 15 minutos de fama” o “pues algo busca”. Y si, si buscamos algo, y es justicia, no necesariamente con los agresores tras las rejas, si no justicia en nuestros términos, fuera de un sistema patriarcal.

Justicia es que se nos reconozca la verdad, que no seamos nosotras las que vivamos con miedo, que no se nos tache de locas por quejarnos ni nos convirtamos en las malas por denunciar a quien nos hizo mal, justicia es no tener que cambiar de círculos de amistad, trabajos o incluso de ciudad, porque en el imaginario de todos eres la ingrata mujer que se atrevió a denunciar.

Como sociedad no debemos ni tenemos el derecho de juzgar las decisiones de una víctima pues solamente quien ha vivido una situación en la se tiene que tomar la delicada decisión de hacer una denuncia en el sistema judicial mexicano, con todos los costos personales que ello implica, puede reconocer el complejo proceso de interiorización que se vive, y es ahí donde la comprensión de justicia depende de la víctima, y no de las discusiones morales del exterior. Es momento de entender que las víctimas jamás quisieron serlo, y que su deseo es poder seguir con su vida normal, dejando atrás lo sucedido.

A Ainara, como a muchas víctimas más, nunca le quitarán el daño que les hicieron, pero hoy su verdad ha sido reconocida y eso es justicia.